En la nueva publicidad de Ikea dicen que los
muebles de Ikea te pueden cambiar la vida. No exageran. Lo juro. Llegó la mesa
Lack. Blanca impoluta. Ligera y práctica. Con los tornillos justos. Ni uno más
ni uno menos. Y a sólo unas horas de llegar la mesa llegó el amor a mi vida. Y
la esperanza. Y la ilusión. Y un día después de la mesa Lack llegó algo que
suena a un trabajo. De esos que te ocupan la vida y te abren infinitas
posibilidades delante de ti. De esos que pagan la factura del teléfono.
Los suecos saben lo que se hacen con eso de
cumplir lo que dice la publicidad. Todo en uno. Llega la mesa y pone las patas
que le faltaban a mi vida. Blancas. Ligeras. Sujetas fuertemente con tornillos
a mi existencia. Y, aunque la mesa envejecerá como yo, y su blancura destilará
a pajizo y mis sueños ya serán otros cuando cumplamos años juntas, desde que la
tengo paso más horas en el salón. Y no paro de mirarla y pensar: “cómo se las
gastan estos suecos”.