jueves, 3 de junio de 2010

NIDO DE GORRIONES

En mi terraza han hecho un nido dos gorriones. Cuando estoy en la terraza se acercan y sobrevuelan alrededor pero no se atreven a llegar al nido. A veces incluso se acercan mucho porque ya me han cogido un poco de confianza. Cuando voy por la noche a la terraza no le doy a la luz por no despertarlos. Les he cogido cariño a esos dos gorriones. Es de las pocas cosas buenas que me pasan en el poblado.

LA TIRANIA DE LA PERFECCIÓN

La idea de volver a trabajar está perdida en algún punto de mi cerebro, con casi todas las otras ideas de acción. Perdida como uno de esos convoyes de ayuda a Etiopía que nunca llegan a su destino. Mis ganas de trabajar han caído en algún lugar del océano. No puedo imaginarme a mí mismo trabajando, igual que no puedo imaginarme matando. Por supuesto soy consciente de que el trabajo me está esperando y de que no puedo hacer nada para evitarlo, pero no soy capaz de pensar en él como en una posibilidad real. Cuando era pequeño me negaba a aceptar que a lo largo de toda mi vida pudiera haber alguna inyección más. Me veía en el Guinnes de los records como el hombre al que no volvieron a poner una inyección desde los ocho años. Ahora me veo como el hombre que nunca volvió a trabajar, justo al lado de la foto del bocadillo de atún más grande del mundo. No me importaría tener un trabajo que sólo exigiera esfuerzo físico, una actividad mecánica sin ningún tipo de responsabilidad, un trabajo en el que nada tuviera que estar bien hecho, algo para lo que no hubiera que valer. Sin palmadas en la espalda ni reprimendas, sin ascensos ni recomendaciones. Algo como lo que hacen los hamsters dentro de su jaula, dándole vueltas a la ruleta de plástico. Algo que realmente no valiese para nada. Un trabajo que pudieses hacer mal, o incluso dejar de hacerlo, sin defraudar a nadie. No hay muchos trabajos de ésos. Cualquier cosa por estúpida que parezca termina por ser fundamental para alguien. Incluso en las ferreterías todo el mundo parece estar muy preocupado. Los aviones se estrellan por un tornillo mal ajustado. La gente se muere por culpa de alimentos caducados. La semana pasada se derrumbó un cine y aplastó a diez personas después de que un inspector del ayuntamiento dijera que no parecía peligroso. No puedes tomarte nada a la ligera porque las cosas se inclinan, se tuercen y se caen. No consigo entender por qué todo tiene que estar bien hecho, no me atrevo a salir de la cama y afrontar todos los días la tiranía de la perfección.
Ray Loriga. Héroes

EL POBLADO

Yo de vuelta al poblado y ni siquiera me hago a la idea. Desconectada del mundo. Esas relaciones tan diferentes entre la gente. Si estoy en mi puerta todo el mundo que pasa se para a charlar. Largos paseos por el campo, a la estación. Las luces parpadeantes de los molinos por la noche que se ven desde mi terraza cuando me fumo un pitillo. El de enfrente que no fuma en casa y se sale en pijama a la puerta a echarse un cigarrillo y a veces coincidimos, pero como extraños en la noche nos hacemos los longuis. El principito que me salva de esta tortura de aislamiento. Unas oposiciones en las que cada vez tengo menos esperanza. Pensar cuánto tiempo durará esto. La maldita crisis. Y yo soñando con San José, con sus playas paradisiacas, con el sol resbalando por mi piel, con el sonido de las olas. Días iguales unos a otros. Poco más, del poblado poco más hay que decir.