martes, 26 de julio de 2016

UN OCÉANO INSALVABLE

Un océano los separaba. Una brecha insalvable. Un precipicio que Ella no se atrevía a saltar. Miraban la misma luna de plácida redondez con la misma fascinación desde distintos continentes.  Años luz distaban las estrellas que tintineaban en el cielo infinito. 9.795 kilómetros y siete horas de diferencia horaria los mantenía a cada uno en las antípodas del otro.

Ella se conformaba con la poca información que tenía de Él. En sus fotos de perfil podía observarlo como una voyeur. En su foto junto al mar Ella podía oler la sal y notar la brisa marina. En su instantánea con la guitarra escuchaba el rasgueo de sus dedos contra las cuerdas. Podía incluso saborear el mate  que Él paladeaba en medio de aquella naturaleza salvaje del otro lado del mundo.


Y en aquella foto en la que saltaba con júbilo entre dos montañas podía sentir como Él le pedía que saltase. Que no mirase hacia atrás y saltase de una vez ese océano  que los separaba. Que se zambullese en la locura de ir a su encuentro. Desde aquella foto de perfil Ella notaba como le susurraba: - No tengas miedo. El miedo te paraliza y te engulle lentamente. 

CERRANDO CÍRCULOS

Tira todas tus poesías,
cierra las puertas,
échale cicuta a su café.

Envenena las palabras,
no te tragues tu orgullo,
ni se  te ocurra empezar de cero.

Tira sus discos por la ventana,
no apuntales las ruinas,
sabes que estás mejor sin él.

Cálzate tus viejas zapatillas.
Corre sin parar.
Lejos de sus chantajes,
lejos de su sonrisa,
lo más lejos que puedas de sus caricias.

Grítale al viento que no lo necesitas,
que hay uno como él en cada esquina.
Deja de lamentarte.

Clávate esto en el cerebro:
“Sólo necesitas a una persona a tu lado,
la única que puede hacerte feliz,
la única que cree en ti pase lo que pase.

Esa persona eres tu misma y nadie más”