lunes, 29 de abril de 2019

EL SUBCOMANDANTE MARCOS


Dedicado a una auténtica guerrillera zapatista.
Tu sueño es mi sueño y tu casa un refugio para las almas errantes.

Frente al mar recuerdo que existe el subcomandante Marcos. Confía en mí. Todo lo que sueño se hace realidad. Soñé que luchaba contigo en Chiapas por la libertad y la liberación del pueblo indígena. Soñé que éramos insurgentes y atardecía en los desiertos mientras él se quitaba por fin el pasamontañas para darte un beso. Soñé con ríos de cerveza helada y casas enormes como la tuya, llenas de libros, arte, poemas y música para hacer la revolución. El día que la revolución llegó a las calles soñé que tú besabas al subcomandante Marcos. Soñé que dormía en sus brazos y te juro que no quería despertar. Su barba olía a humo de pipa y a cerveza. Fumábamos mucho. La revolución nos ponía nerviosos. Acariciábamos nuestras armas dormidas y su tacto era frío y afilado. Canté hasta que me quedé sin voz frente a la hoguera y su mano trémula señalaba un horizonte hacia el que caminar.

Anoche soñé que todos los pueblos se autogobernaban en igualdad y libertad. Soñé con un mundo donde no había razas ni color de piel. Sólo personas y seres. Soñé con un mundo en paz, donde nadie fabricase armas; sin violencia. En ese mundo nadie sometía a nadie. Para todos era todo. Nadie se apropiaba de lo que no era suyo. Éramos todos almas jóvenes y desprendíamos luz al mirarnos. Soñé con un mundo de mujeres libertarias, liberadas, insurgentes, revolucionarias, vivas, pensantes y luchadoras. Y todas caminábamos por las calles como hermanas pidiendo pacíficamente la igualdad entre las personas y los pueblos. Sin banderas. Sin más fronteras que las de la propia vida. No soy la única que sueña. Martin Luther King también soñó hace mucho tiempo. Muchos soñaron antes y muchos siguen soñando. La utopía sirve para caminar. Soñar sirve para imaginarnos un mundo mejor y cambiar el mundo. Visualiza otro mundo como visualizas un limón y segregas saliva aunque sólo esté en tu mente. Soñar sirve para despertar. Soñé con ese mundo con el que tú sueñas y fue un sueño premonitorio. Confía en mí. Todo lo que sueño se hace realidad.

Sólo recuerdo que compartimos algo hermoso que se esfumó al alba. Al despertar mis pies estaban cubiertos de fina arena del desierto de Chiapas. Por eso sé que estuve allí. No estaba soñando.
“Los sueños cambiaron el destino de los hombres y de las naciones”.

LA OBSERVADORA


En un momento de la noche Ella se queda sola y observa a su alrededor con absoluta incredulidad como si todo fuese nuevo, como si nunca lo hubiera visto. Como si fuese la primera vez que utilizara los ojos. Todo le parece un sueño muy real pero que no deja de  ser ficción. A su alrededor se desintegra la realidad y se convierte en humo negro.

Sentada muy quieta y callada en su taburete observa la escena como si fuese una obra de teatro en la que todos interpretan un papel. Siente que lo más importante está en otro lado. Que lo que ve son sombras y actores, no personas reales. Que en realidad no existen o que están muy lejos. Mira detenidamente sus zapatos y le parecen que no son suyos, que no es dueña de sus zapatos. Que su vida como sus zapatos se va esfumando, se derrite, palidece.

Ella se convierte en la observadora. No está en el local. Está mirando desde arriba la escena. Está observándose a ella misma dentro del local. Mira una silla y sabe que está en su retina y en su cerebro pero está convencida de que no es real, de que no puede tocarla ni asirla. Ve a la gente feliz y se pregunta si eso tampoco es real. Si esa felicidad es efímera.

Se pregunta si sus zapatos, esa silla o la alegría son reales, si solo pertenecen al mundo de los sentidos, al mundo de las ideas, y no son más que sombras, muy nítidas y de colores. Pero sombras de otra realidad.


HUIR DE LA VIDA


No puedes ni imaginar,
cuantas maneras tengo de escapar.
He desarrollado con los años
una auténtica biografía de escapista profesional.

Huyo de ti
si te acercas demasiado.
Huyo a otras dimensiones
por agujeros de gusano.

Sin que te des cuenta
hago chas y
desaparezco de tu lado.
En mi cama hay una trampilla
que me transporta al País de las Maravillas.

Huyo de la televisión
y de sus malos presagios.
Eludo tu mirada
y en las fiestas
me meto debajo de la mesa.

Huyo de los hombres.
Cómo huyo de ellos.
Huyo de los besos furtivos
y me meto en los baños
de cualquier antro
a olvidar que existo.
Huyo de la lágrima fácil
y de la cárcel de la sangre.
Huyo de tu desdén
con mis auriculares.

A veces,
no sé por qué,
huyo de la vida.