sábado, 16 de diciembre de 2017

NÓMADAS

Él me dijo que estaba de paso. Yo supe, con solo mirarlo a los ojos, que era nómada. Había una luz en su mirada que me cegaba. Él me dijo que seguramente no volveríamos a vernos y yo me abracé a su pecho como si nunca antes hubiera abrazado a nadie.
La música en aquel local estaba muy alta y había una nube de humo que envolvía las risas y las palabras en una espesa niebla. Me susurró algo al oído y luego sonrió, mientras se apartaba de la cara un mechón de pelo rebelde.
La niebla y la noche envolvía el ambiente en un halo de mágica incertidumbre. Mientras la música atronaba mis oídos yo lo observaba balancearse torpemente al son de la música con su eterna sonrisa en la cara.
Lo primero que me dijo fue que estaba de paso y yo me agarré a sus palabras como a un madero en mitad del océano.

Tal como me advirtió no volví a verlo más y, cuando volví  a aquel local sola, la niebla de magia y humo se había disipado como por arte de magia. 

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