Acostúmbrate a la incertidumbre. La vida es incertidumbre y te regala altas dosis de incertidumbre.
Bienvenidos a esta humilde morada. Aquí encontrareis poesía, cuentos, citas, reflexiones y pensamientos de Teresa Lao y de otros autores, interesantes para la Maga. Adelante...te estábamos esperando...
lunes, 26 de mayo de 2014
EN TODO RECAYENTE HAY UN GRAN REHABILITANTE
EN TODO RECAYENTE HAY UN GRAN REHABILITANTE. Julio Cortázar
Nadie puede dudar de que las cosas recaen. Un señor se enferma, y de golpe, un miércoles recae. Un lápiz en la mesa recae seguido. Las mujeres, cómo recaen. Teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer pero lo mismo esta sujeto, sobre todo porque recae sin conciencia, recae como si nunca antes. Un jazmín, para dar un ejemplo perfumado.
A esa blancura, de donde le viene su penosa amistad con el amarillo? El mero permanecer ya es recaída: el jazmín, entonces. Y no hablemos de las palabras, esas recayentes deplorables, ni de los buñuelos fríos, que son la recaída clavada. Contra lo que pasa se impone pacientemente la rehabilitación.
En lo mas recaído hay siempre algo que pugna por rehabilitarse, en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda, en los poemas de Pérez, en Pérez. Todo recayente tiene ya en si a un rehabilitante pero el problema, para nosotros los que pensamos nuestra vida, es confuso y casi infinito. Un caracol segrega y una nube aspira; seguramente recaerán, pero una compensación ajena a ellos los rehabilita, los hace treparse poco a poco a lo mejor de si mismos antes de la recaída inevitable. Pero nosotros, tía, como haremos? Como nos daremos cuenta de que hemos recaído si por la mañana estamos tan bien, tan café con leche, y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño o en la ducha? Y si sospechamos lo recayente de nuestro estado, como nos rehabilitaremos?
Hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña, al terminar su obra maestra, al afeitarse sin un solo tajito; no toda recaída va de arriba abajo, porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa cuando ya no se sabe donde se está. Probablemente Icaro creía tocar el cielo cuando se hundió en el mar epónimo, y dios te libre de una zambullida tan mal preparada. Tía, como nos rehabilitaremos?
Hay quien ha sostenido que la rehabilitación sólo es posible alterándose, pero olvido que toda recaída es una desalteración, una vuelta al barro de la culpa. Somos lo más que somos porque nos alteramos, porque salimos del barro en busca de la felicidad y la conciencia y los pies limpios. Un recayente es entonces un desalterante, de donde se sigue que nadie se rehabilita sin alterarse. Pero pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia: nuestra condición es la recaída y la desalteración, y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera, que por lo demás ignoro. No solamente ignoro eso sino que jamas he sabido en que momento mi tía o yo recaemos. Como rehabilitarnos, entonces, si a lo mejor no hemos recaído todavía y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados? Tía, no será esa la respuesta, ahora que lo pienso? Hagamos una cosa: usted se rehabilita y yo la observo. Varios días seguidos, digamos una rehabilitación continua, usted está todo el tiempo rehabilitándose y yo la observo. O al revés, si prefiere, pero a mi me gustaría que empezara usted, porque soy modesto y buen observador. De esa manera, si yo recaigo en los intervalos de mi rehabilitación, mientras que usted no le da tiempo a la recaída y se rehabilita como en un cine continuado, al cabo de poco nuestra diferencia será enorme, usted estará tan por encima que dará gusto. Entonces yo sabré que el sistema ha funcionado y empezaré a rehabilitarme furiosamente, pondré el despertador a las tres de la mañana, suspenderé mi vida conyugal y las demás recaídas que conozco para que sólo queden las que no conozco, y a lo mejor poco a poco un día estaremos otra vez juntos, tía, y será tan hermoso decir: Ahora nos vamos al centro y nos compramos un helado, el mío todo de frutilla y el de usted con chocolate y un bizcochito.
Nadie puede dudar de que las cosas recaen. Un señor se enferma, y de golpe, un miércoles recae. Un lápiz en la mesa recae seguido. Las mujeres, cómo recaen. Teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer pero lo mismo esta sujeto, sobre todo porque recae sin conciencia, recae como si nunca antes. Un jazmín, para dar un ejemplo perfumado.
A esa blancura, de donde le viene su penosa amistad con el amarillo? El mero permanecer ya es recaída: el jazmín, entonces. Y no hablemos de las palabras, esas recayentes deplorables, ni de los buñuelos fríos, que son la recaída clavada. Contra lo que pasa se impone pacientemente la rehabilitación.
En lo mas recaído hay siempre algo que pugna por rehabilitarse, en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda, en los poemas de Pérez, en Pérez. Todo recayente tiene ya en si a un rehabilitante pero el problema, para nosotros los que pensamos nuestra vida, es confuso y casi infinito. Un caracol segrega y una nube aspira; seguramente recaerán, pero una compensación ajena a ellos los rehabilita, los hace treparse poco a poco a lo mejor de si mismos antes de la recaída inevitable. Pero nosotros, tía, como haremos? Como nos daremos cuenta de que hemos recaído si por la mañana estamos tan bien, tan café con leche, y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño o en la ducha? Y si sospechamos lo recayente de nuestro estado, como nos rehabilitaremos?
Hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña, al terminar su obra maestra, al afeitarse sin un solo tajito; no toda recaída va de arriba abajo, porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa cuando ya no se sabe donde se está. Probablemente Icaro creía tocar el cielo cuando se hundió en el mar epónimo, y dios te libre de una zambullida tan mal preparada. Tía, como nos rehabilitaremos?
Hay quien ha sostenido que la rehabilitación sólo es posible alterándose, pero olvido que toda recaída es una desalteración, una vuelta al barro de la culpa. Somos lo más que somos porque nos alteramos, porque salimos del barro en busca de la felicidad y la conciencia y los pies limpios. Un recayente es entonces un desalterante, de donde se sigue que nadie se rehabilita sin alterarse. Pero pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia: nuestra condición es la recaída y la desalteración, y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera, que por lo demás ignoro. No solamente ignoro eso sino que jamas he sabido en que momento mi tía o yo recaemos. Como rehabilitarnos, entonces, si a lo mejor no hemos recaído todavía y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados? Tía, no será esa la respuesta, ahora que lo pienso? Hagamos una cosa: usted se rehabilita y yo la observo. Varios días seguidos, digamos una rehabilitación continua, usted está todo el tiempo rehabilitándose y yo la observo. O al revés, si prefiere, pero a mi me gustaría que empezara usted, porque soy modesto y buen observador. De esa manera, si yo recaigo en los intervalos de mi rehabilitación, mientras que usted no le da tiempo a la recaída y se rehabilita como en un cine continuado, al cabo de poco nuestra diferencia será enorme, usted estará tan por encima que dará gusto. Entonces yo sabré que el sistema ha funcionado y empezaré a rehabilitarme furiosamente, pondré el despertador a las tres de la mañana, suspenderé mi vida conyugal y las demás recaídas que conozco para que sólo queden las que no conozco, y a lo mejor poco a poco un día estaremos otra vez juntos, tía, y será tan hermoso decir: Ahora nos vamos al centro y nos compramos un helado, el mío todo de frutilla y el de usted con chocolate y un bizcochito.
sábado, 24 de mayo de 2014
EL PELLIZCO EN EL ESTÓMAGO
Después del saludo educado y correcto,
¿qué vendrá luego?
el pellizco en el estómago,
cada vez que vuelva a verte,
con cada saludo educado y cortés,
en cada madrugada.
El pellizco que perderá debilidad,
con el tiempo,
cuando se me echen encima
todos esos días, noches y madrugadas sin ti,
que me sacarán a flote.
Cuando me aplaste el tiempo,
y te conviertas en grano de arena en mi universo.
Cuando el olvido me tome de la cintura,
y me lleve a lugares paradisíacos.
Cuando caiga sobre mí
el telón de acero que me separe de ti.
Hasta entonces…
el pellizco en el estómago…
sábado, 17 de mayo de 2014
DUELO
Se han quedado a solas
todos los portales de Cicely.
Y todos los ojos detrás de las ventanas,
se han cerrado para siempre.
Se ha quedado sola la luna,
las estrellas, los cubos de basura,
las farolas, los bancos y hasta los gatos noctámbulos.
Se han quedado mudos los apuntadores,
los invitados a la fiesta, los espectadores
y hasta los vigías.
Se ha muerto algo dentro
y he sido feliz en su entierro.
He hecho duelo, migas y
he limpiado el polvo a todos los libros de mi casa.
Luego me he echado la siesta
y ha resucitado otra.
Nueva, limpia, en paz, libre, emancipada, sin miedos y …
muy, muy feliz ;-)
CAMINANDO EN CÍRCULOS
Recorriendo las mismas sendas
que llevan a los mismos lugares,
a esos paisajes que ya conocemos,
a los sitios que hemos visitado tantas veces,
y que siempre creemos que son escenarios nuevos.
Pero caminando en círculos se llega a los mismos lugares,
que huelen a lo mismo,
a cenicero rebosando,
a tubo de escape,
a sudor frío,
a cerveza negra.
Caminando en círculos no tienes manera de escapar,
a los días fugaces,
a los mismos errores,
a la palidez de las lunas,
de las dos lunas de Aomame y Tengo,
que contemplas sabiendo que tu también vives en 1984.
Caminando en círculos no puedes huir de aquí,
de la vida fácil,
del torneo de ajedrez,
de las noches relámpago,
de la estupidez de todas las bocas.
Por eso, ahora, para caminar en círculos,
me pinto los labios agrietados,
me pongo mi mustio vestido azul,
y espero que las cosas no se tuerzan.
De todas formas, caminando en círculos no se puede llegar
muy lejos.