sábado, 8 de noviembre de 2014

SIN MINIBAR

Algodones debajo de las uñas de los dedos de los pies,
para amortiguar el pisotón.
Una habitación vacía de hotel,
tan vacía como yo.
Tu canción favorita está sonando en la radio.
Y llueve.
Llueve lento, sin prisa, 
se me mojan los párpados
y no sé si es por esa escasa lluvia que cae.
Es bueno que llueva lento.
Me gusta la lentitud de la lluvia.
Me recuerda que debo ir despacio.
Empezar poco a poco,
no verte,
no ir a los sitios que vas tú,
no wasearte,
no mirarte cuando estés,
y un día…
sin que me de cuenta,
un día cualquiera,
estarás fuera de mi pensamiento
y en mi corazón ya se posarán otras mariposas.
Voy a llenarme todo el cuerpo de algodones,
para amortiguar los golpes.
Ahora los que vienen de ti.
Y también para los que vendrán después.
Porque esto no se ha acabado.
Vendrán golpes de todos lados.
La vida es así.
También vendrán días de risas.
Pero hoy llueve y estoy calada hasta los huesos.
Y no me apetece llegar sola a esa vacía habitación de hotel,
en la que nadie me espera.
Y la lluvia me recuerda que sí,
que lento,
que mejor lento y sin prisas,
paso a paso.
Cada día una hora menos de pensar en ti.
Cada día una dosis más de amor fraternal,
que supla mis carencias afectivas.
Y luego volver a empezar.
Volver a olvidar.
Vuelta a llover,
y a calarme hasta los huesos.
Pero que sea otro el que me rompa el corazón,
que no vuelvas a ser tú.
Que lo tuyo acabe en una habitación vacía de hotel escribiendo estas líneas.



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