Dedicado a una auténtica
guerrillera zapatista.
Tu sueño es mi sueño y tu casa un
refugio para las almas errantes.
Frente al mar recuerdo que existe
el subcomandante Marcos. Confía en mí. Todo lo que sueño se hace realidad. Soñé
que luchaba contigo en Chiapas por la libertad y la liberación del pueblo
indígena. Soñé que éramos insurgentes y atardecía en los desiertos mientras él
se quitaba por fin el pasamontañas para darte un beso. Soñé con ríos de cerveza
helada y casas enormes como la tuya, llenas de libros, arte, poemas y música
para hacer la revolución. El día que la revolución llegó a las calles soñé que
tú besabas al subcomandante Marcos. Soñé que dormía en sus brazos y te juro que
no quería despertar. Su barba olía a humo de pipa y a cerveza. Fumábamos mucho.
La revolución nos ponía nerviosos. Acariciábamos nuestras armas dormidas y su
tacto era frío y afilado. Canté hasta que me quedé sin voz frente a la hoguera
y su mano trémula señalaba un horizonte hacia el que caminar.
Anoche soñé que todos los pueblos
se autogobernaban en igualdad y libertad. Soñé con un mundo donde no había
razas ni color de piel. Sólo personas y seres. Soñé con un mundo en paz, donde
nadie fabricase armas; sin violencia. En ese mundo nadie sometía a nadie. Para
todos era todo. Nadie se apropiaba de lo que no era suyo. Éramos todos almas
jóvenes y desprendíamos luz al mirarnos. Soñé con un mundo de mujeres
libertarias, liberadas, insurgentes, revolucionarias, vivas, pensantes y
luchadoras. Y todas caminábamos por las calles como hermanas pidiendo
pacíficamente la igualdad entre las personas y los pueblos. Sin banderas. Sin
más fronteras que las de la propia vida. No soy la única que sueña. Martin
Luther King también soñó hace mucho tiempo. Muchos soñaron antes y muchos
siguen soñando. La utopía sirve para caminar. Soñar sirve para imaginarnos un
mundo mejor y cambiar el mundo. Visualiza otro mundo como visualizas un limón y
segregas saliva aunque sólo esté en tu mente. Soñar sirve para despertar. Soñé
con ese mundo con el que tú sueñas y fue un sueño premonitorio. Confía en mí.
Todo lo que sueño se hace realidad.
Sólo recuerdo que compartimos
algo hermoso que se esfumó al alba. Al despertar mis pies estaban cubiertos de
fina arena del desierto de Chiapas. Por eso sé que estuve allí. No estaba
soñando.
“Los sueños cambiaron el destino
de los hombres y de las naciones”.