Desde pequeña me enseñaron a no decir la verdad a mis padres o a omitirla si podía ser. Mis propios padres me lo enseñaron. Si comía chuches antes de comer me echaban la bronca y así aprendí a callarme cuando hacía estas cosas. Pronto aprendí por ensayo de prueba error las cosas que tenía que callarme. Me cuidaba de decir palabrotas inofensivas, como joder y así fui labrando poco a poco lo que llegó a ser una dualidad esquizofrénica de como yo era con mi familia y el verdadero yo que asomaba con mis amigos. Conozco gente que tiene mucha confianza con su familia y son tal cual son con ellos. Los envidio. Pueden decir que fuman, que se colocan, que beben alcohol o que han sisado alguna vez en un supermercado. Conozco a otros que hacen lo mismo que yo. Muchos. Así con los años he ido escondiendo la parte de mí que a ellos no le gusta. Miento, engaño, oculto y omito para ser la hija perfecta. Con todas las consecuencias. Sin miramientos y sin cargo de conciencia. A veces creo que soy una desconocida para ellos.
2 comentarios:
Siempre es así, todos tenemos más de una cara y no es mentir o engañar, es ocultar parte de lo que eres. No todo el mundo está preparado para la verdad de lo que somos y si lo piensas bien, solo dejamos ver pedazos de verdad y no solo a nuestros padres, creo que es así con todo el mundo.
Gayatri, que gran verdad, después de leerte lo he reflexionado y he llegado a la conclusión de que tienes toda la razón del mundo y que, en relación a un libro que acababa de publicar, Lucía Etxebarría decía que todos tenemos una cara para cada persona, y que si le preguntas a los padres, a los amigos o al marido de una mujer cada uno te dará una visión distinta de esa persona. Gracias por la apreciación. Besitos
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