Primero se sintió algo mareada y
aflojó el paso, luego le dio un repentino dolor en la base de la cabeza y acto
seguido cayó fulminada al suelo. En los auriculares aún sonaba Bjork pero ella
ya no podía oírla. La calle en la que se desvaneció era poco transitada y pasó
un rato hasta que la encontraron. Primero fue un estudiante de magisterio que
iba a hacer fotocopias, luego un anciano que paseaba al perro. El joven se
asustó mucho e intentó zarandearla pero ella seguía sumida en ese profundo
sueño del que no despertaba. Cuando llegó el anciano intentó calmar al joven y
tomar las riendas de la situación. Llamaron a una ambulancia y, mientras venía,
el anciano buscó en el bolso de la chica, sacó el móvil y se lo dio al joven
para que buscara mamá o papá. No encontró a ninguno de los dos. El perro
olisqueaba el cabello de la chica. El anciano mandó al joven a un bar que había
en la siguiente esquina a por agua. Le echaron agua por la cara, el cuello y el
pelo. Para entonces ya se habían aproximado
dos o tres personas más que no paraban de decir: pobre chica, es tan joven.
Llegó la ambulancia silbando e iluminando la calle con sus tristes luces azules.
Se bajaron dos hombres con aire despreocupado
y la subieron a la camilla con gran presteza. En la calle ya eran muchos los curiosos. La
última imagen de la chica que tuvieron fue dentro de la ambulancia, con el
suero y el oxígeno puesto, rodeada de cables y botes de analgésicos. El anciano
le preguntó a uno de los hombres con aire despreocupado de la ambulancia y él
le respondió con una amplia sonrisa : -Un vahído, la tensión o un golpe de
calor, ya se sabe, lo normal con este tiempo del demonio que tenemos. Nada
grave.
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