Tenía que haber salido corriendo.
Ahora sólo pienso que tenía que haber salido corriendo. A veces en la vida todo
depende de una decisión que tienes que tomar en décimas de segundo. Pero me
quedé con los músculos atrofiados, no me respondían las piernas; como en uno de
esos sueños en los que quieres correr y algo sobrehumano te lo impide, algo que
no puedes entender. Tu cuerpo no responde a tus órdenes. Me quedé varada en
mitad de la calle. Hacía frío y había perdido mi abrigo, pero todo daba igual,
yo no podía correr, y eso era lo más importante. Correr. Como una obligación,
como un mandato superior que mana de dentro y puja por salir.
Ahora sólo puedo pensar que tenía que haber salido corriendo y no lo
hice.