Cuando vienes de vuelta el futuro
te huele a pasado. Y sabes que todo desaparecerá y dejará un leve rastro.
Cuando me encuentro un vestigio del pasado entre mis cosas, una foto, una
entrada de concierto o un resguardo de un envío por correspondencia me da un
ligero cosquilleo en la barriga. Forma parte del pasado y en aquel momento era
esperanza y fulgor, era vida. Cuando ya
has pasado por esto muchas veces y has ido dejando tanta gente en el camino (
que un día fue tan indispensable) y metes un vestigio de tu presente en un libro,
ya te huele a pasado. Ya te ves a ti misma abriendo ese libro dos años después
y sonriendo o sintiendo la cosquilla en el estómago. Te adelantas al futuro
porque has pasado por eso muchas veces. Es lo que tiene hacerse mayor, que
puedes predecir tus pasos y darte cuenta lo poco que dura todo. Y hay que
aceptar ese paso del tiempo que pone todo en su sitio y aleja a las personas y a las cosas para acercarte a
otras personas y otras cosas que , a su vez, se alejarán tarde o temprano. Y
que te queda, me pregunto. Te queda el presente, te queda el momento, te queda
vivir y seguir el camino y no atarte a nada y seguir deambulando entre señales
y dejar que la melancolía se pose en tu corazón un domingo cualquiera para
recordar eso que un día fue tuyo y nunca más lo será.
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