martes, 12 de abril de 2016

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR



El síndrome del impostor lo sufrimos muchos en silencio. Porque el silencio es nuestro cómplice para los que padecemos esta lacra. Si echamos en una cazuela altas dosis de autocrítica, una cucharada sopera de perfeccionismo, una pizca de baja autoestima y lo aderezamos con una baja valoración de los éxitos obtenidos en tu vida, cocinándolo a fuego lento todo junto, el resultado es una comida nada apetecible: un síndrome del impostor como un piano de cola. 

Lo padece gente cuyos éxitos son notables, como Eva Amaral o Kate Winslet, conocidas en medio mundo y de las que nadie dudaría de su exitosa y admirable carrera profesional. Pero también lo sufren gente anónima todos los días. Casi 3 de cada 5. Moco de pavo. Pero no se rompe el silencio. El silencio es el arma poderosa  del síndrome del impostor. Nadie abre la boca para decir: “Soy un fraude y tarde o temprano alguien me desenmascará”

Este síndrome se descubrió en los años 70 en mujeres ejecutivas y con carreras muy exitosas. Se da más en mujeres que en hombres, causa por la que yo creo que no hay muchas mujeres en puestos de responsabilidad y liderazgo. Porque ellas mismas no creen que sean tan válidas como los hombres para estos puestos, no porque no lo sean. 

Así que, si algún día me libero de este síndrome del impostor (que más bien se debería llamar “síndrome de la impostora” pero a estas alturas ya todos sabemos  que el lenguaje es machista) os diré como lo he conseguido, aunque intuyo que esa sombra me acompañará toda la vida.

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