sábado, 25 de marzo de 2017

EL PUENTE BLANCO

El hombre azul miró de nuevo el escalón gris y recordó aquel tango de su juventud. El hombre vestido impolutamente de azul  nunca supo vivir parado ni trepar hacia el último escalón. Las barreras grises que habían levantado los demás hombres no eran tan grandes como la jaula de cemento que construyó él solo, con sus manos y sin sus pies. “Maldito escalón” masculló. Y una sonrisa redonda iluminó, como un rayo de luz, el asfalto gris. El niño de la cara sucia miró el escalón, luego al anciano y, de nuevo, el escalón. El niño, con sus manos y con sus pies, levantó un puente blanco que cruzaron juntos.

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