“La felicidad está en la antesala de la felicidad”
Eduard
Punset
Nayara aquel día no quiso salir de su casa. No quería tener
que llegar con prisas y luego agobiarse porque no le daba tiempo. Así que quiso
tomarse su tiempo y se pasó todo el día en casa, sola, esperando a que llegasen
las 10 y 10, esa hora en la que el reloj sonríe. Había sido él el que había
querido quedar a esa hora, a ella le pareció raro pero le encantó. –Tenemos que
quedar a la hora de la sonrisa, había dicho él y ella había sonreído por toda respuesta. Ahora
Nayara se estaba tomando un té con hierbabuena y mientras lo paladeaba
rememoraba lo poco que sabía de él. No sabía su verdadero nombre, en la página
web de contactos donde lo había conocido era simplemente Haruki. Nayara tenía
que reconocer que le pinchó por el nombre, porque Nayara creía en las
casualidades y ese mismo día había empezado un libro que le habían dejado de
Haruki Murakami, y le entró curiosidad por saber si el que llevaba el nombre de
pila del escritor japonés era algún fan
de sus libros o simplemente había sido por una tontería y no tenía nada que
ver. Eso fue lo primero que le preguntó cuando habló con él por el chat. Y
Haruki le respondió que sí, que era su escritor favorito y que no se le había
ocurrido otro nombre que ponerse en aquel momento. Él tampoco conocía su
verdadero nombre, él la conocía por Miau, y lo primero que le preguntó a través
del chat fue que si era una gatita mimosa
que ronroneaba o que si por el contrario le gustaba sacar las uñas, ella
respondió de una manera que a él le pareció muy acertada: Depende de la
situación. Con el té entre las manos en aquella terraza tan pequeña de aquel
piso alquilado en una calle estrecha y donde casi no entraba ni un rayo de sol,
Nayara llegó a la conclusión de que había quedado con un completo desconocido y
sintió un escalofrío. Habían coincidido
unas cuantas veces en el chat y, excepto la primera vez, siempre le había
hablado él primero. Él también fue el que ,sin previo aviso, un día le soltó
que tenían que encontrarse, que él se sentía más cómodo hablando cara a cara
con alguien y a ella, aunque le pilló de
sorpresa, no pudo ocultar su alegría al saber que no era uno de esos tímidos
sin remedio que se esconden tras el ordenador y no quieren tener relaciones
reales. Una vez acabado el té entró en el dormitorio y pensó: qué me pongo? Ni
algo muy atrevido ni algo muy formal. Pensó que era muy importante la opinión
que le causaría en el primer encuentro, si es que había más encuentros. Luego
se sentó en la cama y se imaginó hablando animadamente ante una suculenta cena
a base de sushi en un restaurante japonés. Fue él el que así lo quiso, y
añadió: tendremos que hacer honor a mi pseudónimo, lo ideal es un japonés, hay
que seguir los pasos de las casualidades, los dos leemos a Murakami y eso fue
lo que hizo que me hablaras por el chat, eso es lo que nos ha unido y habrá que
apostar por eso en nuestra cita, no crees? Ella asintió y pensó que Haruki era
una persona con mucho sentido común. Si por lo menos tuviera una foto…pero en
el chat la foto que él tenía era la de un disco de los Beatles, Rubber Soul, el
disco en el que aparecía como primera canción Norwegian Wood, la canción que da
título al libro más famoso de Murakami. Ella tenía puesta una foto de su ojo en
grande, color miel, y se lo puso porque su nombre significa “la de los ojos
grandes” o “la contemplativa” como le gustaba más a ella, ya que hay que tener
los ojos muy abiertos para mirar con sabiduría. Pero todo eso ni él ni ella lo
sabían, y lo único que podían pensar era que esas fotos eran un parapeto para
conocerse. Sin embargo, habían puesto
algo que los definía aunque no fuese su cara. Volvió a imaginárselo, alto,
esbelto, moreno quizá, si, moreno, muy correcto y educado en las formas y muy
sonriente. Quizá era una imagen que le venía bien y para nada correspondería
con la realidad. Eligió un vestido lila con poco escote y una chaqueta fina de
algodón porque estaba terminando el verano y podía refrescar. Mientras
deslizaba las medias color carne por sus piernas tuvo un pensamiento negativo:
y si no le gustaba? Y si nada más verlo sabía que no le gustaba, que haría?,
disimularía, sonreiría y se sentaría a la mesa. Pero y si aún peor, cuando empezaban
a hablar no le caía bien y quería salir huyendo de allí como fuese pero rápido.
Pegó un tirón de las medias y éstas cedieron y se rompieron. Joder. Terminó de
vestirse y se fue para el baño a pintarse. Los ojos se los pintaba mucho, los
labios nada. Siempre lo hacía así. Tampoco es que tuviera unos labios feos pero
le gustaba remarcar sus ojos con el lápiz de ojos negro y con el rímel. Déjate de pensamientos
negativos y sé más positiva, se dijo para sí. En el hipotético caso de que no
te guste físicamente o te parezca un poco tonto, sólo tienes que pasar con él un rato, la cena, y luego
retirarte a tu casa con cualquier excusa. Es bien sencillo, verdad Nikita?En
ese momento llegó Nikita, su preciosa gata siamesa. Se fue hacia la cocina y
sacó del armario una de esas latas que tanto le gustaban, la gata empezó a
ronronear y a merodear alrededor de ella maullando y acariciándole las piernas.
Sólo con su imaginación, sólo con su experiencia de otras tantas veces, la gata
era feliz, porque sabía que lo que venía después era la felicidad de un buen
plato de comida. Había comprobado que su gata era feliz sólo con abrir ella el
armario y ver la lata de la comida, mucho antes de paladearla y de quitarse el
hambre. Nayara pensó en Eduard Punset, en los perros de Paulov, en la antesala,
en su cita de las 10 y 10, y en la felicidad extrema de su gato antes, mucho antes de comer. Pensó
que lo que le esperaba podía ser bueno o malo pero que ella ya había sido feliz
en la espera, imaginando todos los detalles de su encuentro y de su cita con
Haruki. Haruki podía o no cumplir con sus expectativas pero ella ya había sido
feliz mucho antes de conocerlo y eso no se lo podía arrebatar nadie. Ni
siquiera el propio Haruki.
1 comentario:
Este cuento lo he escrito a raíz de una reflexión que he encontrado en una libreta del 2002. Me apetecía hacer un ejercicio de escribir un cuento mas o menos largo, que hacía tiempo que no lo hacía. Aquí está el resultado. No sé si malo o bueno. No me disgusta. A veces sucede que algunas reflexiones me llevan a una poesía o un cuento. Al revés es mas dificil. Besos a todos!!! ;-)
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