jueves, 15 de noviembre de 2012

LAPSUS MATEMÁTICO



  • Hoy me he encontrado conmigo, ha sido muy extraño, le he mirado a los ojos y me he visto, extraña y cercana, con la mochila al hombro como él, sonriendo a todos, como él. Ha sido en un vagón de tren. Los dos viajábamos solos. Luego nos hemos sentado en frente y ambos mirábamos el paisaje, cogíamos el libro, soltábamos el boli. Cuando le miraba a los ojos sentía que yo estaba dentro y que tocaba su alma y su luz. Luego me quedé dormida por el cansancio de tanto trasbordo. Cuando abrí los ojos y lo vi creí que aún estaba soñando, parecía que me hubiese despertado en sus brazos acunada por su sonrisa y me perdí en sus ojos y le besé con la mirada…pero él también miraba por ambas ventanillas el paisaje… Luego moví el brazo izquierdo y él movió su derecho, como en el espejo. Nos levantamos los dos a la vez para coger el libro olvidado en la mochila y a los dos nos ha dado la risa a la vez. Yo lo he mirado de reojo y he sabido que él me miraba de reojo, cuando yo no lo miraba. Parecía que lo conocía desde hacía muchos años, me resultaban cercanos cada uno de sus gestos, podía adivinar su siguiente movimiento. Luego suspiró, se levantó y agarró la mochila bajando la mirada, se dio la vuelta y comenzó a andar por el pasillo sin mirar atrás. Me fijé en que llevaba un cordón de las zapatillas desatado. Se me rompió algo por dentro, parecía que era yo la que se iba. Yo nunca hubiese mirado atrás  por mucho que me doliese abandonarme a mi misma después de estar tanto tiempo buscándome. Se me rompió algo que aún trato de recomponer con trozos de sus ojos o de los míos cuando me miro al espejo. Porque éramos seres incompletos, bicéfalos, que se habían encontrado por algún error estadístico de las matemáticas de la vida. Yo estaba formada por él y se llevó mi mitad. Él era un trozo mío y yo me quedé con su mitad. Sé que a él también le dolerá cuando se mire al espejo y me vea. Si volvemos a vernos no me quedaré estupefacta ante sus ojos, correré a él y le diré que se cae si no se anuda bien los cordones, le regalaré todas las poesías que le escribí mientras esperaba su regreso. Él sonreirá cuando me mire y yo me sentiré muy extraña, sabrá que llevo toda la vida esperándolo, aunque las matemáticas, dicen, son una ciencia exacta.

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