Sócrates fue un visionario. Y como todos los
visionarios fue asesinado por revolucionario. Como Lorca, como Martin Luther
King, como Jesús, como Ghandi, como Lennon y no se acabaría la lista. Bueno,
fue un asesinato-suicidio voluntario, que hizo que haya llegado hasta nuestros
días una palabra que de otra forma habría quedado enterrada y olvidada, la
“cicuta”, uno de los venenos más famosos de la historia gracias a Sócrates. Me
fascina el personaje y sus amplios paralelismos con Jesucristo. Y siempre que
tengo ocasión lo saco a colación en las conversaciones a ver si aprendo algo
más de su fascinante figura.
Sócrates le dio nombre a un diálogo que fue
bautizado como mayeútico. Huelga decir que no tiene nada que ver con los
diálogos de las tertulias de Tele 5, la sexta o Intereconomía. Un diálogo que
consiste en buscar la verdad que todos tenemos dentro, pensamientos que nacen
de nuestra propia ética, que no vienen impuestos desde fuera. Como un parto,
pero de ideas. Al igual que su madre, que era matrona, Sócrates ayudaba, en la Atenas
antigua, a todo el que quisiera dialogar con él, a dar a luz sus propias conclusiones acerca de cualquier
tema o problema. Esto era, a escuchar lo
que él designó como “Daimon”, la voz interna que todos tenemos, nuestra conciencia más propiamente dicho.
Cuando uno escuchaba esa voz, clara y contundente, un estado de bienestar
personal le embriagaba.
Estoy convencida del todo que este hombre
tenía más razón que un santo en sus postulados. Y creo, a pie juntillas, que
está totalmente vigente hoy, más de 2400 años después. Me declaro abiertamente
y, sin dudas, socrática hasta la médula. Estoy empezando a pensar que Sócrates
fue el precursor del Anarquismo. Pero claro, algunos pensarán: es una locura
que todos actuemos según nuestra propia ética porque si en tu ética está
prenderle fuego a mi casa, algo está fallando. No creo que en la verdadera
ética de nadie esté eso. Yo hago preguntas y presento planteamientos y dudas,
no doy respuestas porque no las tengo, que cada uno saque sus propias
conclusiones. Por lo que a mí respecta, cada solución a una pregunta trae más
preguntas que salen de su agujero y se reproducen como las cucarachas.
Pues sí, Sócrates bebió la cicuta y fue fiel
a sus propios preceptos hasta pagar con la muerte por ello. Fue acusado de
alborotador de las masas (al igual que Jesús) pero lo cierto era que dejaba en
evidencia a los que manejaban el cotarro de la época y a los que no les
interesaba que la masa empezara a pensar por ellos mismos porque el circo se
venía abajo y con él, sus privilegios. ¿Os suena de algo?
Sócrates, en su humilde talante, dejó para la
posteridad dos perlas que me parecen el culmen de la sabiduría: “Sólo sé que no
sé nada” y “Conócete a ti mismo”. Ahí la llevas.
Que no falten los diálogos mayeúticos con los
amigos, las invitaciones a reflexionar, los cambios de punto de vista, las
piruetas para llegar a los mismos sitios, las encrucijadas, los caminos
desandados, los atajos, las vacilaciones, las dudas, la marea y las olas,
conocerse a uno mismo, saberse una mota en el universo de la sabiduría, los
manantiales de los que brotan nuevas ideas.
Que nunca traicionemos nuestro “Daimon”, el
venero que nos guía en las noches sin estrellas. Que la cicuta nos mate un poco
cada día un pensamiento estancado para que otro renazca, libre y renovado.
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