La
sombra del tiempo acecha en las cosas pequeñas.
Me
cuesta comportarme en los grandes eventos.
No
logro reconocer a la que me devuelve el espejo.
Mis
pies no se amoldan a ningún calzado
y tú
estás cada vez más lejos.
Las
sombras de los objetos cotidianos
sobreviven
a las pequeñas catástrofes.
Sé que
no pertenezco al suelo que piso
y que
mis huellas las lame el barro.
Pero
las sombras siguen ahí,
en la
taza del café,
en el
libro a medio abrir,
en el
silente sillón.
Si las
sombras no fueran
tan
calladas, tan oscuras o tan lóbregas,
vete tú
a saber,
yo
sobreviviría a las catástrofes que anticipan.