A Fiñana, a sus fiñaneros, a San Antón y a
San Sebastián… en sus días de vino y rosas.
Por eso me gusta. Por las más de cien
pupilas. Por los de fuera, los de dentro, los autóctonos y los extraviados. Me
gusta porque se brinda y se olvida. Porque
el vino te hace recordar el sabor del pasado. Porque te sientes hermana de
todos. Por “cuánto tiempo” “cómo te va”
“a las fiestas ¿no?” Por el llamamiento de una fecha a la que ponemos el
círculo rojo en nuestros corazones. Por eso me gusta. Porque el frío te corta
los labios y en las hogueras se queman los malos augurios. Por la alegría. Me
gusta porque son mis raíces y porque aquí nací. Y, aunque a veces sea más de
Nueva York, tiene algo que me gusta y que me cuesta explicar con palabras. Ver
a gente que nunca ves o quedarte pensando unos segundos en el infinito mientras
a tu alrededor todo es algarabía. Me gusta porque crea un lazo invisible que nos une en el mismo imperio. El imperio
de olvidar y recordar a la vez, el imperio de trazar mapas o rutas, el de
acercarte a lo inverosímil.
Creo, categóricamente, que lo que más me gusta es verme reflejada
viva en más de cien pupilas.
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