De
Madrid prefiero Lavapiés al Corte Inglés.
Me
ilumina la humildad y me mata la pedantería.
Me
conmociona la pobreza pero no los quiero al otro lado de la alambrada.
De
Madrid prefiero Vallecas a la Moraleja.
Me
empuja un resorte hacia los músicos callejeros.
Me
entusiasma lo distinto a mí, la variedad humana
y de
eso Madrid sabe mucho.
Me
encandila el que se inventa las reglas,
en un
mundo en el que las reglas las ponen los de arriba.
De
Madrid me gustan las tiendas de segunda mano
y me
produce urticaria Pedro de Hierro,
el
caballo de Ralph Lauren
y creo
que hasta Desigual.
Me
vacía la ostentación y el mundo de las apariencias.
De
Madrid prefiero a los hippies, los punkis, los skaters y los antisistema.
Cuando
llega la noche,
a los gatos de Madrid se les dilatan las
pupilas
y yo me
quedo pensando delante de una tila fría:
“Mi
lugar en el mundo es, sin duda, ser emperatriz de Lavapiés.”
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