Te miro
pero tú no me miras.
No puedo saber
si me miras
cuando yo no te miro.
Conjeturo que no.
Que mi opacidad de carne
se vuelve para ti
lisa y llanamente transparente.
Tu mirada se pierde
en la lejanía del horizonte
como en la niebla
de los bosques de Irati.
Me gustaría saber
qué piensas
cuando miras más allá de mí,
cuando no me ves.
Me gustaría no mirarte
y que tú me miraras.
Pero nuestras miradas
nunca se encuentran.
Como dos barcos
en distintas direcciones
no se cruzan en el océano.
Como dos aeronaves
que surcan el cielo
de distintos países
nunca van a rozarse.
Trazamos dos líneas paralelas
en el horizonte.
Dos rayas en el mar
que nunca convergen.
Trazamos movimientos brownianos
como dos moscas en el aire
que acaban estrellándose contra el cristal.
Y los días de lluvia
escribo con resignación
en el vaho de la ventana:
“Me gustaría no detenerme en la frontera”
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