De camino a la estación veía el
paisaje como una pegatina en el cielo. Yo estaba allí moviéndome y él tan quieto. En el tren el revisor me pilló
llorando y los dos disimulamos. Cuando llegué el cielo estaba encapotado como
mi alma. Me hubiera gustado que se hubiera desatado una tormenta y que me
hubiera calado hasta los huesos para limpiarme y sentirme viva y sentir lo que
dijo Dylan. Pensé que puestos a escapar mejor usar de válvula de escape el
tabaco. Había válvulas peores. Cuando me duché puse el agua caliente como
siempre y poco a poco me iba apeteciendo más fría hasta ponerla fría del todo y
pasármela por todo el cuerpo. Me desentumeció y me hizo sentir que aún tenía
sangre en las venas.
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