martes, 15 de agosto de 2017

LA LUZ

“Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso”
Mario Benedetti

LA LUZ

La primera vez que entró por la puerta se iluminó la estancia entera. Una luz azulada penetró cada rincón y la noche dejó de ser febril y tenebrosa. Su sola presencia tenía ese poder sobrenatural. Las sonrisas iban apareciendo en los rostros conforme él se iba moviendo entre los taburetes de “El Asteroide”

Eso fue al principio. Tengo que decir en mi defensa que yo creía que era la única que se daba cuenta de esa proeza. Esa luz azulada me fue cegando y me obsesioné con verlo aparecer para vislumbrar esa luz que esclarecía las noches sombrías. Creo que él no era consciente de su poder ni yo mencioné nunca en su presencia lo de la luz azul que desprendía, las repentinas apariciones de sonrisas y el fin de la apatía y la desidia cuando él pisaba el suelo de terrazo anaranjado, con sus botas de piel de cocodrilo.

Si él sólo hubiese usado las palabras todo tendría más sentido y yo no seguiría esperando ver la luz azul al fondo del pasillo de “El Asteroide”.  Si yo hubiese creído en Dios todo sería más sencillo porque podría haber explicado el milagro que se obraba. Si su belleza  no hubiese sido apolínea podría decir que me enamoré de él la primera vez que llegó del final de la escalera la luz azul. En el fondo sé que me hubiese gustado una explicación racional, lo suficientemente racional para poder creerla sin contemplaciones.

Sé que no creeréis una sola palabra de lo que digo pero os juro que esa luz azul brillante nos cegaba a todos. La última vez que lo vi me dijo que se mudaba a un lugar más frío. Me pregunto si sus botas de piel de cocodrilo serán adecuadas para el hielo. 


La Maga

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