Me gustaría vivir siempre en el
mundo pájaro. En el mundo 1984 donde hay dos lunas. A veces entro a ese mundo
por una puerta oculta para los que viven en el mundo ordinario. La puerta
cambia cada vez de sitio y hay veces que está mucho tiempo sin aparecer y
pienso que me he quedado atrapada en el mundo jaula. Pero la puerta aparece
cuando menos me lo espero. Se desdibujan
las formas precisas del mundo real y aparece la otra dimensión. Cambia de
sitio. Cambia de hora. Cambia el día. Pero ahí está la puerta inmutable.
Esperando que agarre su pomo de cedro y lo gire y se esfume el mundo real.
Me arrastran las fuerzas al mundo gris y yo me
quiero quedar en el mundo alas, visitando de vez en cuando al hombre que le da
cuerda al mundo. No me da miedo la oscuridad que envuelve el mundo Sleepify.
Los dos mundos conviven en aparente armonía y entro y salgo de uno a otro como
un pez entra y sale de las profundidades de los océanos a la superficie. Cada
mundo tiene sus propias leyes y yo las respeto como puedo.
El mundo luciérnaga está en el
ojo mágico de la dimensión oculta bajo tu alfombrilla de hacer yoga; cuando
entornas los ojos y crees flotar. Está en los rayos de sol que se cuelan entre
los bosques y en el silencio de la noche en calma. A veces la puerta es la música
y otras veces una conversación. También puede ser una persona a quien nunca has visto pero que sabes todo de
ella o alguien a quien imaginas o un
sueño muy real. Y de cuando en cuando es
un libro o un poema. La puerta se abrió un día y siempre estoy con el temor de
que desaparezca.
En ocasiones me cuelo como un
turista en el mundo Murakami y allí el
dinero no tiene ningún valor. Es un mundo sin peluquerías ni tintorerías.
Aunque no es del todo cierto. Si las hay pero son distintas a las del mundo que tú conoces. No podría
explicarlo ni en mil páginas. El mundo del que hablo es un mundo tren, un mundo
estación, un mundo puesta de sol. El otro mundo es el mundo Prozac y el mundo
preocupación. A veces sueño despierta
que me quedo a vivir en el mundo nube pero recuerdo que mi padre está viviendo
en el mundo real y me da miedo no volverlo a ver. La puerta vuelve a aparecer
ante mí. Salgo del mundo mariposa y entro al mundo de la prima de riesgo. No me
apetece. Suspiro y agarro el pomo de cedro con fuerza.