martes, 29 de septiembre de 2020

PANTEISMO

 "Lluvia,
háblame,
hazte tormenta y arrásame.
Lluvia,
devuélveme a los que he perdido,
a los que amé"
Amaral

Hoy hace un año que falleció mi padre y está lloviendo. A él le encantaba la lluvia. Decía que le hubiera encantado tener el grifo del agua que caía del cielo para regar el campo, sus hermosos bancales y secanos llenos de árboles con frutos. Yo sé que Dios le ha otorgado ser el dueño de ese grifo, al menos por hoy. El cielo está encapotado como mi corazón. Lleno de nubes blancas como las flores de los almendros. Con una luz amarillenta como en las puestas de sol. La belleza del cielo, del campo, de la luz del atardecer solo es comparable a la belleza de su alma. Papá, hoy tú eres el dueño de la lluvia, de los relámpagos y truenos. Dueño del cielo. La lluvia que cae viene de tus manos robustas y fuertes. Sé que estás detrás de cada puesta de sol, sé que estás detrás de cada abeja que liba de una flor y de la luna cuando nos ilumina el camino en la oscuridad. Sé que estás más allá de las estrellas y del firmamento. Sé que tu luz no se ha apagado. Que eres el sol, la luna, las estrellas, los gorriones, las uvas que maduran al sol y la lluvia cuando cae con abundancia y furia como si alguien hubiese dejado el grifo abierto.

El día del entierro de mi padre en la plaza del pueblo una bandada de pájaros levantó el vuelo a la vez para despedirlo. Yo me quedé mirando el cielo mientras alguien me susurraba: - Mira qué homenaje a tu padre.
Tú eras la naturaleza y la naturaleza eres tú. Por eso sé que sigues vivo en alguna estrella o entre las nubes. Mientras siga habiendo luna, sol, nubes, estrellas, abejas, uvas y ciervos tú seguirás vivo.

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