Un hombre solo. Un hombre herido
por la bala del arma de una mujer. Un hombre herido no se recompone fácilmente.
Hacen falta cien sacos de sal, trescientas botellas de whisky y más de
quinientas noches. A un hombre le duele más, infinitamente más que a ti. Tú
solías pensar que te dolió mucho pero a él lo dejaron caer desde el pico más
alto de la Tierra a las afiladas rocas. Los punzantes riscos le destrozaron el
cuerpo, le magullaron los tobillos, le sacaron las entrañas, del corazón sólo
quedaron jirones, del alma un puñado de polvorienta tierra seca.
Tú pensabas que a ti te dolió
pero no estuviste allí dentro, oliendo el hedor a carne quemada. A ti no te
dejaron caer desde el pico más alto, allí donde no llegan ni las águilas. Tú
crees que has sufrido pero no sabes los whiskys que él derramó sobre una herida
abierta en canal. Creo que tú aún no lo sabes pero él es la persona más
sensible del mundo y la quería de verdad. Vaya si la quería. Si lo miraras a
los ojos más de tres segundos seguidos averiguarías, sin que nadie te lo
contase, el dolor atesorado en cajones oscuros, la sacudida de las pesadillas
en mitad de la noche y la fiebre galopando por sus sienes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario