domingo, 19 de enero de 2014

EL ABRIGO

Dedicado a Julio Cortázar.

Cuando te regalan un abrigo por Reyes también te regalan el miedo a perderlo, a que le caiga un cubata, a que te lo roben, a que acabe en el suelo de algún pub. Te regalan la manía de compararlo con otros abrigos, también de paño, negros, austeros, sobrios. La manía de mirar el precio, en las tiendas, de otros abrigos. El mío es mejor, más barato y de mejor calidad. O me han timado, mira que ganga, tenía que haber mirado mejor. Te regalan la necesidad de lavarlo a mano al principio por si destiñe o se estropea pronto. Te regalan el hecho, casual y posible,  de poder confundirlo con otro abrigo y llevarte el que no es tuyo. Y menudo fraude. Te regalan los  diecisiete segundos que pierdes en abrochar sus nueve botones. En total, treinta y cuatro abrochar y desabrochar. Cuatro o cinco veces al día. Calcula. Llegados a este punto nos damos cuenta de que el abrigo no es tu regalo de Reyes sino que tu eres el regalo para el abrigo en sus Reyes.

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