martes, 14 de enero de 2014

ENTREVISTA ESTENOPEICA

Dedicado a Valenlao ;-)
La mujer toca con los nudillos de una mano a la puerta de una habitación de hotel. Con la otra sujeta un maletín de cuero negro. Tendrá unos cuarenta y tantos años pero el maletín le hace aparentar unos cuantos más. Va vestida con traje negro de chaqueta y falda. Zapatos, negros también,  de salón. Lleva el pelo muy liso, en melena, de peluquería,  con unas mechas rubias que tapan su color natural, negro azabache. Espera un tiempo prudencial antes de volver a tocar. Nadie abre la puerta. Vuelve a tocar, esta vez un poco más fuerte. Se toca el pelo nerviosamente. El sonido de una guitarra llega amortiguado a través de la puerta. Cuando se dispone a volver a tocar se detiene el sonido de la guitarra. Los segundos se le hacen eternos y aguanta la respiración. Por fin la puerta se abre. Al otro lado del umbral aparece un chico joven de unos veintitrés años. Lleva camiseta negra ceñida de manga larga, vaqueros rotos también ajustados y el pelo lo tiene revuelto, como si se acabara de levantar o si no se hubiera peinado cuando se levantó. Está increíblemente delgado. Tiene en su cara una sonrisa que le ocupa toda la cara. Le llama mucho la atención que vaya descalzo sin calcetines en pleno invierno. Menos mal que el hotel tiene moqueta. La hace pasar sin reducir un milímetro la sonrisa de su cara. Tiene una expresión en la cara que transmite confianza y paz. Eso la reconforta.
La habitación de hotel le parece demasiado austera para ser un hotel de cuatro estrellas. Se esperaba más lujo. Para empezar le parece pequeña. Ella no ha estado en muchos hoteles de cuatro estrellas y no se lo imaginaba así. Se ha vestido para la ocasión. Es una gran oportunidad. No puede fallar, lleva diciéndose semanas. El chico sólo tiene una manía. Sólo concede entrevistas en su habitación de hotel y con un solo periodista. Nada de multitudinarias ruedas de prensa en suntuosos salones, con mil cámaras. Nada de fotos. Algo íntimo. Ella siente curiosidad por esta manía y le gustaría preguntarle porqué pero desiste de la idea. No quiere parecer entrometida ni meter la pata en su gran oportunidad. La suite del hotel consta de dos habitaciones, el dormitorio  y un pequeño salón con un sofá y dos sillones blancos, una mesa baja de madera y un jarrón con bambú, que ella piensa que es artificial pero se equivoca. Toda la decoración es minimalista. Es decir, existe una ausencia de decoración superflua. Hay una guitarra acústica en uno de los sillones. Está muy bien cuidada, como recién comprada. El chico se mueve grácilmente por la habitación. Le pregunta que desea tomar y abre el minibar. Él se sirve un tercio de cerveza. Ella le dice que con agua será suficiente. Él sonríe y le responde: -Como quieras pero aquí hay un whisky muy bueno. Él se sienta en uno de los sillones. En el otro está la guitarra. Ella se sienta en el sofá y saca del maletín una grabadora y un cuaderno de notas. Se pregunta cuánto tiempo puede estar presente una sonrisa en la cara de una persona. Seguramente él tenga el record.
Lleva unas semanas nerviosa pero ahora, de repente, delante de él se siente tranquila. La habitación despide un halo de paz que no acierta a saber si es por la decoración minimalista, por ser un hotel de cuatro estrellas o por la  otra persona que lo ocupa. Una persona importante. Una estrella del rock. La que más brilla ahora mismo. La que todo el mundo quiere ver en concierto. La que todo el mundo escucha en sus coches, en las oficinas, por la calle en reproductores mp3, en la radio, en los pubs de moda o en el Zara. A pesar de su corta edad este chico ha llegado a lo más alto, con una guitarra como medio y una mente prodigiosa para la música. Ella se da cuenta que el chico tiene un don especial que se nota sólo con su presencia.
-¿Empezamos?- pregunta la mujer
-Cuando quieras- responde el chico.
Ella presiona el botón rec de la grabadora y pone el cuaderno sobre la mesa.
-¿Qué es lo que más ansias?
-La paz- dice el chico sin titubear
-¿Te refieres a la paz en el mundo?- indaga ella.
-Me refiero a la paz interior, la paz con uno mismo.
-¿Con qué sueñas?- pregunta de nuevo la mujer atusándose el pelo
-Nunca sueño dormido- reconoce el chico después de darle un largo trago a la cerveza.
-¿Qué es lo que no soportas del verano?
-Las moscas- dice con una sonrisa
-¿Y del invierno?
-El aire caliente de las bombas de calor- dice mientras se toca un pie y ella piensa que esa es la razón de que haga tanto frío en la habitación.
-¿Qué es lo que te motiva a levantarte por las mañanas?
-La curiosidad de qué va a pasar.
-¿Qué es lo que más te molesta de una persona?- pregunta la mujer mirando fijamente el botellín de agua que él le ha servido.
-La hipocresía.
-¿Y qué es lo que más te molesta de ti?- ahora la mujer despega la etiqueta del agua con parsimonia.
-Ser transparente.
-¿Quieres decir que nadie se fija en tu presencia?- manifiesta ella sorprendida.
-No, quiero decir que todos saben cómo me siento con sólo mirarme a la cara.
-¿Te sientes solo?
-A veces me siento solo rodeado de gente. Otras veces estoy en completa soledad y no me siento solo.
-¿Echas en falta a alguien en tu vida?- inquiere ella un poco ruborizada
-Si- y se hace un silencio entre los dos.
-¿Quién es esa persona?- vuelve a indagar y  sigue despegando, ahora con más ímpetu, la etiqueta del botellín de agua.
-Esa persona no existe más que en mi imaginación- suspira él melancólicamente.
-Sin embargo, la echas de menos…- incide ella en el tema.
-Sí, mucho- confiesa lacónicamente.
-¿Qué valoras por encima de todo?- sondea ella,  con la etiqueta ya despegada entre las manos y jugueteando con ella.
-El amor
-Me refiero en otra persona- aclara ella
-Un buen corazón, es lo mismo- puntualiza él. Entonces ella abandona la etiqueta en la mesa, coge el cuaderno y apunta algo que él desconoce y por lo que siente una gran curiosidad.
-¿Qué tienes en la cúspide de tus prioridades?
-El amor- reitera él.
-¿A otra persona?
-A todos los que me rodean.
-¿Crees que el amor es lo más importante?- concluye ella.
-Sin duda alguna.
-¿Por qué?
-Porque hace de éste un mundo mejor.
-¿Qué te asusta?
-La maldad
-¿Qué te atrae?
-El peligro.
-¿Te gusta el peligro?- pregunta sorprendida
-Sin rebasar la línea- puntualiza él
-¿Hay una línea?-
-Sí, imaginaria, pero sí.
-Para terminar, ¿por qué merece la pena cometer locuras?
-Por amor
-¿Fraternal o pasional?
-En este caso pasional- dice él con una gran sonrisa.

Ella para la grabadora y la guarda junto con el cuaderno, en su maletín. Se despiden cortésmente, como si no hubiera pasado nada. Como si ahora ella y, cuando se publique el artículo, medio mundo, no supiese cosas tan personales suyas. Él se siente como si hubiera entrado  un rayo de luz a través de una cámara oscura y hubiese dejado su huella en un papel fotosensible, como en una cámara estenopeica casera.

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