Toda la casa olía a mierda. El
olor que se desprendía cuando abrías la puerta de la casa era nauseabundo. A
cloaca. A sumidero. Los habitantes de la casa desprendían el mismo olor. Todo
estaba limpio, impoluto. Echaban oleadas de lejía por todas partes pero el olor
estaba adherido a la casa. Era un olor penetrante. A mierda de las
profundidades de la Tierra. Ellos no podían soportarlo. Nadie podía soportarlo.
No se sabía porqué todo olía a putrefacto, a alcantarilla. Era una maldición
que había caído sobre la casa. Una maldición con mucha mala leche. La peor
maldición. Oler a mierda de por vida.
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