jueves, 19 de noviembre de 2020

EL NAUFRAGIO

 "Uno solo tiene aquello que no puede perder en un naufragio"

Proverbio indio

(de la charla BBVA de Francesc Miralles)

martes, 29 de septiembre de 2020

SUFICIENTE

 ¿Qué pasará?
Cuando ya no sea suficiente
la tersura de mi cuello,
la línea que separa tu calidez
de los confines del universo.

¿Qué pasará?
Cuando no te baste la punta de mi lengua
trepando por la desnudez de tu cuerpo.
Cuando ya no vaguemos
por el mundo que hay más allá de la piel.

¿Qué pasará?
Cuando la desnudez ya no nos sorprenda.
Cuando pase de largo el deseo
y te conviertas en recuerdo en ruinas.

La vida pasará sin avisar,
la miraremos a lo lejos
como el ocaso
y ya no nos vestiremos de domingo cada día y dormiremos el eterno y efímero
sueño de Morfeo.

LOS TRES CÍRCULOS DEL ÁRTICO

 Llevo mil lunas esperándolo. Estoy sentada en la arena de una playa en el Mar Báltico. Estoy dentro de tres círculos. El primer círculo es de arena y estoy dentro de él. Será una señal para él. El segundo círculo en el que estoy es la línea exacta por la que pasa el círculo polar ártico. Me costó muchas vidas encontrarlo pero ahora estoy aquí y es lo único que importa.

Ahora soy una mujer pero antes fui un animal. Creo que uno de los lobos de Laponia. Creo que él era de mi tribu. Pero ahora eso ya da igual. Lo único que hago es esperar que salga del horizonte una silueta. Y aullo de vez en cuando. Un aullido que no oye nadie porque estoy sola a 17 kilómetros a la redonda. Suelto mi aullido desgarrador como el de una loba herida por una trampa mortal de los cazadores y luego suspiro. El aullido interrumpe el sonido de las olas estrellándose contra mi alma. El aullido y el círculo se lo pondrá más fácil. Sé que no tardará mucho. Está a punto de llegar. Lo sé cuando miro la luna brillar arriba en el cielo. Esta era la luna correcta. Eso era otra señal. Él también lo sabe y le ayuda a encontrar el camino. Sé que él seguirá las pistas a ciegas. El sonido del mar me arrulla. Me da fuerzas para continuar esperando. Mis oídos escuchan el sonido sinuoso y repetitivo del mar lamiendo la arena de la playa. Me relajo e intento ser paciente. Todo lo paciente que puedo.

Sé que llegará desnudo como un animal y con el alma rota. Él también es un lobo herido. O lo fue en nuestra vida pasada. Era de mi manada y sé que él también me está buscando. La playa está desierta y no sé si hasta aquí ha llegado algún humano. Está muy cambiada desde que estuve aquí con mi manada. Yo también estoy desnuda como una loba. Esperando que lleguen las señales al cosmos que todo lo puede.

Del tercer círculo me cuesta hablar. Ese círculo ha estado en mi vida como un hechizo  desde hace 23 años. Cometí un error y tuve que pagarlo todo ese tiempo. Nada queda impune. Todo se paga en esta vida. La rueda del karma no detiene su paso. Nunca olvida. Por eso llevo mil lunas esperando a mi lobo. Mil lunas y 23 años. Puedo esperar unos minutos más, sin duda. Esta noche se paraba la rueda a la altura del círculo polar ártico. Se deshacía el conjuro. El día señalado era hoy para que se abriera por fin el círculo del maleficio. Estoy esperando que él cruce el círculo que he dibujado en la arena. Se ponga en frente de mí sin decir una palabra. Yo me levantaré muy despacio y nos quedaremos mirando unos minutos eternos para poder reconocernos. Esta es nuestra última vida. Ya hemos pagado todas las deudas los dos y hemos recorrido la rueda de la vida. Esta es mi última vida y quiero pasarla con él.Se acercará despacio al círculo y lo cruzará. Se apartará el pelo de la cara. Llevará barba y me ofrecerá la mano después de mirarnos fijamente durante minutos. Deshará el estúpido conjuro que me ha tenido atrapada en mi cuerpo de loba herida durante 23 años.

Me fijo en el cielo y me sorprenden unas luces de colores como ráfagas que cruzan el firmamento. Es la preciosa aurora boreal. Aullo con fuerza de nuevo. Es el momento. Está escrito. Me ha parecido ver una sombra saliendo del mar. 

-Ya hemos cruzado los tres círculos de la vida. Nos espera la eternidad, amor. - susurro con una voz apenas audible.

AL VENCEJILLO BEBÉ

 Eras un pájaro. Tenías alas. Eso ya era suficiente para amarte. Te caíste del nido porque eras muy curioso y querías ver lo que te ofrecía el mundo antes de saber volar. Pisaste en falso, vencejillo. Como todos a veces. Como los tontos humanos. Quisimos salvarte pero tu destino estaba ya escrito por una mano todopoderosa más grande que las nuestras. Me pregunto si hay un cielo para los pájaros. Un cielo amplio y muy azul como el que tú hubieras surcado pero otro cielo. ¿Los que viven en el cielo van al cielo cuando mueren? El cielo te protegerá para siempre. Con tus patitas y tus uñitas recién estrenadas. Con tu plumaje aún tierno.

Alza el vuelo vencejillo. Ahora puedes. Ahora eres libre por fin de la vulnerabilidad de los que están vivos. San Pedro te abre las puertas a la eternidad. Seguro que vuelas a la derecha de Jesús. Nosotros algún día volaremos también contigo. Hasta ese día contemplar el cielo cubierto de pajarillos libres como tú será un placer. Estoy segura que en la Tierra hay un vencejo menos y en el cielo una estrella más.

Hasta luego vencejillo. Buen viaje.

AMANECER EN LOS TEJADOS DE OHANES

 No soy nada.
No puedo querer ser nada.
Nunca seré nada.
Aparte de eso tengo en mí todos los sueños del mundo.
Fernando Pessoa

AMANECER EN LOS TEJADOS DE OHANES

Me da miedo que se abalance sobre mí la madrugada cuando lo entregue todo.
Me da miedo despertar desnuda y no tener un cuerpo al que abrazarme.
La luz de las velas se refleja en sus ojos y sus pupilas brillan.
Me da miedo que se agazape la noche y me pille temblando de frío.
Me da miedo que todo el mundo duerma y yo esté despierta.

Me dispara el amanecer sus balas de fogueo y el impacto da de lleno en mi trémulo corazón.
Se me parte el alma en dos cuando amanece sobre los tejados de ohanes.
Me hiere la fina línea que separa
el frio del calor,
la noche del día,
el temblor de la caricia,
las raíces de los besos.

Me da miedo
empezar de cero,
volver a fracasar,
pasar de largo,
encontrar todos los semáforos en rojo.

ENSALADA DE AMOR

 2 huevos duros,
7 besos antes de cenar,
trocitos de queso,
la tersura de tu cuello,
un cogollo de lechuga,
tu piel tibia,
unos granos de maíz,
tus manos en mi cintura,
dos tomates negros,
tus ojos al punto de sal,
una cucharadita de sésamo,
tus labios sensuales pidiendo los míos,
un chorreón de aceite de los olivos de mi padre,
cuarenta millones de orgasmos después de cenar.

SAD EYES

 Tenia los ojos más tristes del mundo. Cuando me miraba sabía que había dejado mucho atrás, que su pasado le perseguía. Nunca le pregunté nada ni me atreví a buscar respuestas en su cartera. Me miraba y sentía que el mundo se hundía bajo mis pies. Cuando hacíamos el amor lo miraba a la cara y me entraban ganas de llorar. Mi empatía con aquellos ojos verde marihuana hacia agua mi alma y me rompía en pedazos. Él siempre me desnudaba muy muy despacio y tenía la piel fina y suave como el papel de fumar. Su ternura se derramaba sobre mis labios, me desarmaba y me hacía resbalar sobre su cuerpo en las madrugadas infinitas. Sus besos sabían a fruta silvestre madurada al sol. Su pelo lacio y abundante se enredaba entre las sábanas y yo lo peinaba con mis dedos. Cuando le daba el sol tenía mechones rubios o canosos según le diesen los rayos de sol. 

No le gustaba salir de casa. Nunca fuimos juntos a ningún bar. Creo que temía que nos encontrásemos a alguien que formase parte de su oscuro pasado. Ese pasado turbulento que guardaba celosamente en las diminutas vetas y partículas de sus inmensos ojos verde marihuana. Él contenía en su mirada todas las preguntas. A mí no me importaba no tener las respuestas. La incertidumbre era mi patria.

Tenía los ojos más tristes del mundo. Me dolía su mirada. Supe que algún día partiría, que era nómada de un desierto que yo desconocía. No quise retenerlo. Me desperté desnuda y no estaba en la cama. Me quedé flotando en la superficie de la luna. Sin gravedad. Sin oxígeno. Busqué una pista o una nota. Había dejado en la mesita de noche tres cigarros y un cogollo de marihuana. Supe que no volvería. Supongo que sus heridas eran muy profundas para una piel tan fina y suave. Tenía metralla en el corazón. El mundo era demasiado despiadado para una piel transparente y frágil como el cristal de bohemia. Creí que podía salvarlo. Creí que el universo estaba de nuestra parte pero los desiertos del alma y la metralla del corazón pueden arrancar la hierba que crece bajo mis pies.

Aún sueño que lo miro fijamente a la cara cuando hacemos el amor y le acaricio su piel tersa y cálida como el terciopelo. Me despierto con lágrimas en los ojos, el corazón latiendo fuerte y sus tristes ojos verde marihuana congelados en mi retina. 

LANGUIDECÍA LA TARDE

 Languidecía la tarde.
Yo acariciaba la blancura de tu cuello.
Languidecía la tarde
y tú dormías el sueño de los cíclopes.

En tu cuerpo desnudo había una pregunta sin responder.
Mi cuerpo desnudo te resolvía todas las dudas.

En la calle todo el mundo
parecía tener prisa.
Pero el mundo entero
se contenía en tu cuello.

Languidecía la tarde.
Éramos uno y dos.
Tu pelo se desenredaba entre mis dedos.
Tu respiración era pausada.

Languidecía la tarde.
Yo creía en Dios.
Me había mandado un ángel.

EL HOMBRE PACIENCIA

 El hombre que pone
y quita la mesa en silencio
siempre tiene una sonrisa para ti
y unas palabras de aliento
para las vidas más fáciles que la suya.

El hombre que ayuda a otro hombre,
prefiere no pensar en él
y en sus sueños.
Entrega sin esperar.
La paciencia es su gran arma.

El hombre en el que se apoya otro hombre
no le importa
estar lejos,
estar sin ella,
soñar en brayle,
empezar de cero cada día,
vaciar todos los armarios
y volverlos a ordenar.

El hombre que presta su hombro
a otro hombre no sabe muchas cosas de él mismo.
No sabe que es el hombre más fuerte del mundo.
No conoce la fuerza de sus sueños.
No sabe que es un súper héroe.
Ahoga todos sus suspiros.
Ahoga todos sus gritos.

El hombre que
tiembla,
suspira,
sirve de apoyo,
ama sin esperar nada a cambio,
nunca se queja,
ordena todos los armarios,
empieza de cero cada día
y sueña en brayle
no sabe que es el hombre más fuerte del mundo,
no sabe que es el hombre paciencia
y que no le hace falta una capa para ser un súper héroe
porque la paciencia es su arma más poderosa.

PANTEISMO

 "Lluvia,
háblame,
hazte tormenta y arrásame.
Lluvia,
devuélveme a los que he perdido,
a los que amé"
Amaral

Hoy hace un año que falleció mi padre y está lloviendo. A él le encantaba la lluvia. Decía que le hubiera encantado tener el grifo del agua que caía del cielo para regar el campo, sus hermosos bancales y secanos llenos de árboles con frutos. Yo sé que Dios le ha otorgado ser el dueño de ese grifo, al menos por hoy. El cielo está encapotado como mi corazón. Lleno de nubes blancas como las flores de los almendros. Con una luz amarillenta como en las puestas de sol. La belleza del cielo, del campo, de la luz del atardecer solo es comparable a la belleza de su alma. Papá, hoy tú eres el dueño de la lluvia, de los relámpagos y truenos. Dueño del cielo. La lluvia que cae viene de tus manos robustas y fuertes. Sé que estás detrás de cada puesta de sol, sé que estás detrás de cada abeja que liba de una flor y de la luna cuando nos ilumina el camino en la oscuridad. Sé que estás más allá de las estrellas y del firmamento. Sé que tu luz no se ha apagado. Que eres el sol, la luna, las estrellas, los gorriones, las uvas que maduran al sol y la lluvia cuando cae con abundancia y furia como si alguien hubiese dejado el grifo abierto.

El día del entierro de mi padre en la plaza del pueblo una bandada de pájaros levantó el vuelo a la vez para despedirlo. Yo me quedé mirando el cielo mientras alguien me susurraba: - Mira qué homenaje a tu padre.
Tú eras la naturaleza y la naturaleza eres tú. Por eso sé que sigues vivo en alguna estrella o entre las nubes. Mientras siga habiendo luna, sol, nubes, estrellas, abejas, uvas y ciervos tú seguirás vivo.

EVADIÉNDOME

 Me sumerjo en la noche,
en su vasto imperio
al que me entrego sin reservas
como al mar impetuoso.

Tú recuerdo llega a mí
como una ráfaga
y me pilla
con la copa en la mano.

Me rodeo de amor,
amigos de todas las latitudes.
Pero me evado del presente
y apareces tú en mi pensamiento
creando un indeseable vacío
que lo aletarga todo.

Pueblas mis días y mis noches.
Intento evitar las comparaciones
pero es imposible
no verte perfecto
cuando miro alrededor.

Las noches palidecen
con tu imagen encasquillada
en mi mente.
Me evado.
Me entretengo.
Intento olvidarte.
Y cuanto más lo intento
más vacío me parece el mundo sin ti.

Me quedo a solas
cuando se acaba la fiesta
y me escueces por dentro.

lunes, 28 de septiembre de 2020

EL VERDADERO KURT COBAIN

“Las estrellas están ahí,

sólo debes mirarlas…”

Kurt Cobain

EL VERDADERO KURT COBAIN

Yo conocí al verdadero Kurt Cobain.  Vestía chaquetas de lana raídas y camisetas viejas y descoloridas. Tenía los ojos más bonitos que había visto nunca. Azul de las profundidades marinas. En ellos podías bucear y nunca querías salir a la superficie. Dicen que el alma asoma a los ojos o a la mirada. El alma de Kurt Cobain era azul y profunda. Si lo mirabas podías saber lo que le preocupaba. Supongo que tenías que mirar más allá de las diminutas vetas de sus pupilas azul índigo. Aunque también supongo que quizá para verlo mejor tenías tú que cerrar los ojos. Contradictorio, ¿no? Creo que no. Quizá no me explique bien.

La primera vez que vi a Kurt Cobain fue en una foto que le hicieron desprevenido. No estaba mirando a la cámara. En la foto llevaba una vieja chaqueta de lana color beige y a partir de esa imagen nació la estética grunge. Él no pretendía ser un icono de nada pero lo llegó a ser sin proponérselo. Él nunca supo lo guapo que era ni le importaba. Eso lo hacía aún más bello. La segunda foto que vi de Kurt Cobain no quise haberla visto nunca. Se me rasgó el alma en dos. Quise borrarla de mi retina pero ya era demasiado tarde. Se grabó en ella y se quedó en el recuerdo para siempre. Estaba llorando y se tapaba la cara. También estaba desprevenido. Llevaba unas converse y unos vaqueros rotos. Estaba tan triste que no reparó en que lo estaban fotografiando. No le gustaban las cámaras. Si hubiese sabido que le estaban haciendo una foto quizá se hubiese abalanzado contra la cámara y la hubiera destrozado como destrozaba guitarras en sus vídeos musicales. Supongo que la vida le pesaba y la heroína le aligeraba el peso de la vida. Nunca llevó bien la fama. Nunca quiso lo que todo el mundo sueña. Nunca quiso ser en lo que se convirtió y eso lo mató. Le mató no querer lo que era, no saber lo que era, no encontrarse cuando se miraba al espejo.

Kurt Cobain nació en Aberdeen el 20 de Febrero de 1967. El verdadero Kurt Cobain nació el 5 de Abril de 1994, justo cuando Kurt Cobain disparaba en Seatle el revolver que dio directo en su sien. En ese preciso momento y ni antes ni después nacía en Figueras el verdadero Kurt Cobain con unos ojos azules de las profundidades marinas que dejaron boquiabiertos a sus padres y a la matrona que lo trajo al mundo. El mito que inventó y luego despreció el grunge tenía 27 años. Justo la edad que tiene ahora el verdadero Kurt Cobain. Yo conocí al verdadero Kurt Cobain con la edad en la que el de Seatle se quitó la vida. La vida se reinventa. Nada muere. Todo se transforma. Para que naciera el verdadero Kurt Cobain tuvo que morir Kurt Cobain.

El verdadero Kurt Cobain remolonea en la cama por las mañanas antes de levantarse. No suele peinarse su cabello rubio laceo y enmarañado al igual que su predecesor y se despierta con un aire soñoliento en la mirada. Lleva una vida mucho más anodina que el vocalista de Nirvana. Le gusta mucho el cine, los kebabs y la coca-cola y siempre desayuna Nesquit. Odia el café. Eso sí. Le gustan las camisetas viejas y descoloridas y la mayoría de las veces se las pone al revés. Lleva en su sangre la rebeldía. En invierno usa jerseys y chaquetas de lana como el del club de los 27. Cuando se mira al espejo le parece ver a alguien que se parece a Kurt Cobain, sobre todo por los ojos, pero puede reconocerse y saber quién es más allá de parecidos razonables. Le hace sombra el de Seatle. La gente lo para por la calle y le dice: - Ey tío, joder, cómo te pareces al cantante de Nirvana. Se quedan atónitos. Él sonríe como sonreía el otro y mira hacia otro lado. Tampoco le molesta tanto la fama como al que murió cuando él venía al mundo. No cayó en la misma trampa. Aprendió la lección. Aprendió a sobrevivir en la adversidad, a alimentarse de fantasía, a amar al que le devuelve el espejo aunque se parezca al que marcó a  la generación X. Él no es tanto. No ha hecho tanto pero le ha costado 27 años aprender a mirarse al espejo sin huir de él.  Remolonea en la cama cuando le suena el despertador y se conforma con su vaso de Nesquit. Yo creo que Kurt Cobain envidiaría al verdadero Kurt Cobain. Por su forma de mirarse al espejo. Por su manía de apartar la verdura del plato. Por su manera de acariciar.

Hay una pequeña diferencia entre los dos. Kurt Cobain tenía las manos con dedos largos y fibrosos y tenía un don para tocar la guitarra y una voz rasgada de barítono ligero espectacular. El verdadero Kurt Cobain no ha heredado esto. No tiene esa voz privilegiada ni toca la guitarra pero tiene un don para las caricias. Aunque tampoco lo sabe. Ni sabe que tiene los ojos más bonitos que han nacido sobre la Tierra, al menos desde hace 27 años. A veces alargo mis dedos y toco tímidamente su cabello y el tacto es suave. Acerco mi nariz a un mechón de su pelo y huele a hierba fresca, a fragancia profunda, al mar en toda su rebeldía. Cuando el verdadero Kurt Cobain se recuesta a mi lado y me acaricia el brazo con un solo dedo y me mira con sus espectaculares ojos azul índigo pienso en el otro, en el que se fue antes de tiempo, en porqué se fue, en qué pensaría cuando se miraba al espejo, en porqué nunca miró dentro de sus ojos azul de las profundidades marinas, en si apartaba la verdura del plato y en la casualidad que los unió a los dos.

Madrid, 5  Agosto de 2021


lunes, 20 de julio de 2020

CICELY

De un día para otro y sin previo aviso ella hizo las maletas y se mudó a Cicely, un poblado al oeste de la frontera con Nelia. Lo dejó todo. Su pisito del centro, un buen trabajo y todos sus vestidos nuevos. Dejó un prometedor futuro que hacía aguas por todos lados. Todo se evaporó como el rocío al amanecer.

De pronto y de un día para otro Nelia palideció. Era como una sombra. Su vida era la vida de otra, de una usurpadora, de una impostora. Se descubrió la gran mentira. Ella podía vivir con muy poco. Con mucho menos de lo que imaginaba. Miró sus manos y le parecieron las manos de otra. Se dio cuenta cuántas cosas podía hacer solo con sus dos manos. Se acordó de las manos de su padre tan robustas, de arar la tierra, de recoger las cosechas y ordeñar los animales. Recordó los amaneceres en Cicely junto a su padre camino del campo y cómo Venus brillaba en el cielo y su padre le decía que ella era esa estrella, su lucero del alba. Lo echó tanto de menos que no había más opción que dejarlo todo y mudarse. Fue una certeza, algo que le llegó desde el interior.

Su madre fue a recogerla a la estación. Una estación con un viejo sauce. Fueron caminando hasta el pueblo. Ella cargaba con una única maleta pequeña. Era todo lo que necesitaba en su nueva vida. Su madre no preguntó demasiado. Estaba muy feliz de que volviese al pueblo. De camino a casa observó los campos de centeno y avena agitarse con el viento al atardecer. El cielo estaba lleno de nubes blancas de formas difusas y los rayos de sol se colaban entre ellas como si Dios quisiera hablarle. Respiró profundamente el aire limpio de Cicely y supo que ahí estaban sus raíces, sus orígenes, su pasado y su presente. En esos campos estaba el alma eterna de su padre y en el silencio y la quietud de la naturaleza que le rodeaba estaba Dios, un dios pequeño y humilde. Como el sabio que no cambia Paris por su aldea ella regresó a Cicely, al lugar donde pasó su infancia. A un lugar donde la gente charla sin prisa cuando se cruza y la humildad se refleja en las arrugas de los rostros de los ancianos. Al lugar donde la gente trabaja con sus manos el esparto.

Ella volvió a los infinitos campos de amapolas y a las infinitas puestas de sol. A las nubes con formas sinuosas y a la calma y quietud que se siente en los álamos blancos de detrás de su casa. Abrió la puerta, metió la pequeña maleta, inspiró el aire de la casa y se dijo: - Qué bien Cicely. Qué bien volver. Qué bien mi hogar.

EL MAR DE LA VIDA

Bajar de la superficie
a las profundidades.
Sumergirse. Bucear. Crear.
Preguntar. Preguntarse. Investigar.

Perderse en los bosques
de la profundidad,
donde todas las preguntas
no tienen respuesta.

Subir a la superficie
desde las profundidades.
Madre. Pueblo. Televisión.
Hablar sobre el tiempo.

LLUVIA DE VERANO

Cae una fina lluvia
de un cielo en calma.
Un dios misericordioso
vierte agua sobre el asfalto.
No acaba de llegar el verano
a esta ciudad otoñal.

La lluvia se lleva los recuerdos.
La lluvia me despoja del pasado
y me ancla al presente.
El barro lame las heridas.
Dios puede ser falso.
La lluvia nunca miente.

Cae una lluvia lenta
que limpia la calle de polvo y desidia.
Los días pasan incólumes por mi.
Tu recuerdo se esfuma lentamente
como los charcos de la calle se evaporaran.

Vendrán otras tormentas.
Será invierno, una noche oscura
o domingo por la tarde.
Lloverá con fuerza.
Tú ya no estarás.

La lluvia me habrá despojado
del recuerdo de tus ojos fijos
en la ventana
cuando llovía
y como el humo de tu cigarro
lo envolvía todo en una espesa niebla.


LOS FINALES DE TU VIDA

Contemplo como hayas
la ciudad de las esmeraldas.
Yo ando lejos de ella,
de ti,
del reflejo de la ciudad
en la luz de tus ojos.

Si puedes poner punto y final
sin dolor.
Si pudiera no volver
la vista atrás.
Si el tiempo no hubiera pasado
por mí.

Si no hubiera habido tantos antes
y no quisiera que hubiera después.
Si pudiera pasar por esa ciudad
sin acordarme de ti.
Si pudiera matar esta certeza.

Si puedes ver el final,
y poner un punto.
Si eres tan sabio para dejar ir,
para continuar río arriba
y esperar que llegue
el siguiente remanso.

Si puedes...
enséñame cómo...

viernes, 1 de mayo de 2020

ANTES DE SER ADÁN

Podría construir contigo castillos
y mudarnos allí a vivir.
Viviríamos en el aire.
Nos llamarían Adán y Eva.

Podríamos empezar por construir
un puente con palabras
que nos transportase al paraíso.
Nos alimentaríamos del aire.

Pero antes de mudarnos,
antes de levantar castillos,
antes de empezar a ser Eva
y alimentarme del aire
hemos de comernos
por lo menos
cien sacos de sal.

Antes de alimentarnos del aire
hay que alimentarse de sal,
creer en la arruga
y en los puentes,
por supuesto...
antes de ser Adán.

EL HOMBRE A DESHORAS


El hombre que contesta
cuando todos duermen
llama a tu puerta de madrugada.
El hombre que nunca duerme
vela tus sueños
y se cuela en tus pesadillas.

El hombre que siembra
el trigo y la cebada
en la soledad
siempre responde a tu llamada.
Me dijo que no echaba de menos
nada las madrugadas.

Qué le pasa por la cabeza
al hombre que
culmina,
olvida,
reitera
y enmudece.

Dicen que se conforma con poco.
Que ama otros cuerpos
en las madrugadas infinitas.
Que fuma en pipa
y nunca tiembla de frío.

Siempre está dispuesto
y es beligerante
cuando se desploma la madrugada
sobre sus hombros.

El hombre viene a deshoras
a mostrarte la luna azul,
se sube el cuello de la chaqueta de pana
aunque nunca tiemble de frío
y silba un viejo tema de Amstrong.

Si no tienes a nadie
llámalo
te contesta
a cualquier hora.

QUIETUD


La quietud está
en tu mirada absorta y penetrante.
En los miles de universos
absortos y penetrantes
que hubo antes de ti.

La calma anida
en las infinitas vetas
de tus pupilas.
Nació siendo calma.
Morirá siendo quietud.

La paz de tus lentas pisadas
recorre sin prisa
las sendas del misterio
y las veredas de la creación.

El silencio que compartimos
hace renacer al ser,
a la criatura que vive detrás de tu forma
definida, pasajera e impermanente.

Sólo fuiste duda.
Calma,
quietud,
paz,
y duda.