sábado, 3 de diciembre de 2016

ALLÍ DONDE SOLÍAMOS GRITAR

“¿A qué no sabes dónde he vuelto hoy?
Donde solíamos gritar.”
Love of Lesbian.

Ella me enseñó aquel sitio y, poco a poco, se fue convirtiendo en nuestro sitio. La primera vez que fuimos allí era de madrugada. Habíamos estado toda la noche de garito en garito, sin encontrar nuestro lugar en ningún lado. Ella me dijo: -Ven, quiero enseñarte un sitio. Conseguimos zafarnos de nuestros amigos y llegamos allí con unas cervezas, aún de noche.
Ella estaba muy borracha, algo más que yo, si eso era posible. De pronto se levantó y me dijo: -Tengo ganas de gritar. Yo me quedé callado mientras Ella soltaba un grito desgarrador, lleno de ira, lleno de rabia, lleno de sal. A nuestros pies dormía la ciudad y teníamos toda la vista del puerto y las casas de la Chanca. Cuando terminó el grito me dijo:- Ahora tú. Grita muy fuerte. No vas a despertar a nadie. Y sonrió.

Entonces pensé que era un juego estúpido. Pero no quería decepcionarla y me dije a mi mismo que yo también podía gritar por mi borracho que fuese. Grité con todas mis ganas, por todas las cosas que se torcían, grité porque Ella me lo había pedido y porque estaba muy borracho. Después del grito sentí una liberación difícil de explicar. Me quedé exhausto. Y por un momento pensé que me había deshecho de algo que llevaba mucho tiempo acumulando.

Aquel día inauguramos aquel sitio como nuestro sitio. Más nuestro que  ninguna otra cosa en el mundo. Íbamos allí cuando no teníamos otra cosa que hacer, para ver amanecer bajo el gran San Cristobal, para acabar una noche de fiesta o sin ninguna excusa, simplemente porque nos apetecía. Siempre gritábamos y nadie  nos oía. Podíamos gritar todo lo fuerte que quisiéramos. Siempre empezaba Ella pero nunca me dijo por qué gritaba, qué pensaba o qué sentía cuando gritaba o por qué necesitaba gritar precisamente en ese lugar tan inhóspito.  


Hoy he vuelto allí. Solo. He vuelto para gritar, como hacíamos antes. Antes de que se estropeara todo. Porque yo lo estropeé todo. No sé cómo lo hice pero se fue alejando de mí. Quizá fue porque nunca supe descifrar lo que quería decir cuando gritaba. Ella era jodidamente especial y aquel era nuestro jodido único lugar en el mundo, porque los dos lo teníamos todo roto. Ahora Ella no está y he vuelto aquí para gritar delante del mar y la ciudad. Me siento un estúpido. Ahora no es tan fácil. Ella era la que solía empezar a gritar. 

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