Dos cafés con leche. Uno detrás
del otro. Eso era todo lo que había en mi estómago hasta las 5 de la tarde.
Recuerdo que era día 3. Esos días en que todo está de mi parte o a la contra.
Sin término medio. Quizá todo lo que pasaba eran profecías autocumplidas de lo
que yo escribía. Recuerdo el mar y Eva Amaral cantando “Déjame vivir a mi
manera”.
Recuerdo que era día 3 y que metí
las lentejas en el microondas a las 4 de la tarde. Recuerdo que lo intenté y
que, cuando ya no pude hacer nada más, me metí en la cama para que Eva Amaral
me cantase “Déjame vivir a mi manera”. Recuerdo los ruidos que llegaban a la
cama por la puerta abierta del dormitorio y las lentejas olvidadas dentro
del microondas.
Recuerdo que era día 3, que Eva
Amaral cantaba “Déjame vivir a mi manera”, que se me olvidaron las lentejas en
el microondas y que la cama era mi refugio.
Ya no recuerdo nada más.
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