viernes, 26 de julio de 2013

COMBATE


Te encuentro por casualidad. Amigos en común. Intento no hacerte mucho caso. Te evito  a posta. Hablo con nuestro amigo en común y te dejo de lado. Round 1: Me pongo a bailar. De espaldas a ti. No sé si me miras. Imagino que sí. La realidad quizá sea que no. Que estás demasiado ocupado haciéndote un porro. Round 2: Te pones a bailar con una chica, es tu amiga, la he visto cientos de veces contigo. Es fea. Yo me quedo sola un momento y siento que he perdido el segundo round. Round 3: Me pongo a hablar con el camarero, le pido canciones, una tras otra, no paro de beber cerveza.  El camarero te deja solo, me hace más caso a mí que a ti. Has perdido el  tercer round. Round 4: Te acercas y me preguntas la misma pregunta que me hiciste la última vez que coincidimos. Muy educado. Como siempre. Muy preocupado por mi futuro. Te digo lo de la plataforma petrolífera mientras miro tus manos sujetando la cerveza. No las recordaba tan bonitas. Yo no recordaba tus manos. Tú no recuerdas lo de la plataforma petrolífera. Te digo: Tienes muy mala memoria. Juego con ventaja. Y me arrepiento en seguida. Sé que no me voy a enrollar contigo aunque me lo pidieras de rodillas pero me apetecería verte rogando. Te miro a los ojos. Me miras a los ojos. Aparto la mirada no sea que notes algo. Round 4: empate. Round 5: Nos salimos a la puerta a fumar. Está tu bici. La bici en la que viajamos los dos una vez. Me dan ganas de darle una patada. Tú sales con una chica con la que llevas un rato en la barra, es muy bajita pero no para de reír. Siempre fuiste muy gracioso. Yo estoy de espaldas a los dos intentando concentrarme en la conversación con nuestro amigo en común y dos nuevos chicos que se han unido. Os escucho de fondo aunque me llegan las palabras sueltas, no puedo entender la conversación. Se hace un silencio entre ellos. La está besando. Un beso muy silencioso pero sé que se están besando a mis espaldas. El pub está echando la persiana pero ellos dos se cuelan furtivamente en el último momento. Él es amigo del camarero. Llega un borracho que ha visto que han entrado y pregunta si puede entrar. Está cerrado dice el camarero. Fin del combate: Caigo al suelo noqueada y pierdo el sentido. Me despierto en un taxi. Me lleva a casa y con los huesos doloridos me dispongo a comenzar mi protocolo. Abro la ventanilla. Enciendo el mp3. Pongo “Caminando en círculos” El trayecto es corto. Vuelvo a desmayarme. Me despierto en la cama y me pregunto tantas cosas. Me pregunto cómo puede llevarse a la cama a una distinta cada noche sin pestañear, sin saber siquiera su color favorito, si coloca la ropa en el armario antes de acostarse o si le gustan más los libros de aventuras o de poesía. Me pregunto si puede quedarse impasible sin conocer el verdadero valor del anillo o porqué algunas personas pasan por la vida de otras sin dejar huella, olvidando rápido las sonrisas, las palabras, los besos cómplices, las caricias. Ya no duele. Las cicatrices no duelen. No ha habido combate. El combate estaba en mi imaginación. Nadie ganó y nadie perdió. 

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