El día que se me rompieron los
auriculares comprendí todo de golpe. No es algo baladí. Para mí los auriculares
son como la comida, el agua o el aire que respiro, los necesito para
sobrevivir. Me los compro muy caros y con garantía para que me duren porque
antes no me duraban nada. Siempre pienso que me van a durar mucho, que estos
sí, que son los definitivos. Pero hoy se me han roto. Sólo se escucha uno.
Medio auricular. Hoy, un día cualquiera. Nunca me lo espero. Me viene de
sopetón. Amo mis auriculares. Me proporcionan mucha felicidad. No puedo vivir
sin música. El día que se me rompieron los auriculares me di cuenta que no se
puede hacer nada, que todo está abocado a romperse tarde o temprano, que es
irremediable, que es una asquerosa ley de la vida. El día que se me rompieron los auriculares supe de pronto
que te había perdido o, lo que es lo mismo, que nunca te tuve, que fue mi
empeño lo único que mantuvo en pie esto. Tu eres el medio auricular y yo el
otro medio. La mitad ha dejado de funcionar.
Irremediablemente. Para siempre. Un día funcionaron los dos y pensé que
iban a durarme. Pero hoy sólo se escucha uno.
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