“Dónde iremos a parar,
calculando el vértigo,
de los sueños que quedaron detenidos.”
Quique González
El hombre con la bandera roja da
la salida y me parece tan anacrónico como para que en el futuro le hagan un
monumento. El paisaje es amarillo, decrépito, abandonado. Yo llevaba la cara
mojada pero nadie pareció reparar en ello. Creo que me senté en el sitio
equivocado pero nadie reparó en ello. Sonaba caminando en círculos y me parecía
que la canción hablaba de mi. Había una
niña jugando a los recortables pero nadie parecía reparar en ella. Me parecía
un tren triste, un viaje de vuelta a ninguna parte. Me sentí habitante de la
nada, de un no lugar como decían en las aulas cuando yo era estudiante. Era
verano, yo llevaba vaqueros largos muy ajustados y el aire acondicionado del
vagón estaba roto y a pesar del calor nadie parecía reparar en ello. La semana
anterior leí una noticia de un suicidio en el periódico. Todo el mundo parecía
preguntarse porqué. Yo creo que viajar en segunda no le gusta a nadie. No es una buena razón
pero es una razón. Todo el mundo en el vagón mira al infinito y suspira. Parece
que les he contagiado mi tristeza. El revisor tiene cara de pocos amigos pero a
nadie parece importarle. Me pregunto si esta desidia es común, contagiosa,
endémica o congénita.
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