miércoles, 12 de febrero de 2020

EL HOMBRE INVIERNO


El hombre invierno siempre llega cuando menos te lo esperas. Se calienta con fuego y vive en una cabaña. Al hombre invierno le faltan días en el calendario y se baña desnudo en un río que hay cerca de su cabaña. Incluso en invierno. Incluso cuando nieva. Dice que eso lo mantiene vivo. El hombre invierno nunca olvida su primer amor y recoge leña al amanecer con la única compañía Ronnye, su fiel pastor alemán. El hombre invierno saborea su soledad los días de lluvia y bebe coñac sobre una mesa de madera construida por él mismo. Es habilidoso con sus manos y con las caricias. Le gusta vivir solo en su cabaña cerca del río. 

El hombre invierno sabe quién eres la primera vez  que te ve aunque casi nunca recibe visitas. El hombre invierno calza botas, habla poco y llora cuando nadie lo ve. Al hombre invierno le gustaría verla desnuda sobre su alfombra pero no se atreve a decirlo. Lo piensa cuando habla con Ella y la mira a los ojos pero no se atrevería a decirlo ni por todo el oro del mundo. Es un hombre reservado. No le gusta hablar de sus sentimientos con nadie. Se lo guarda todo dentro y, a veces, le quema como el coñac en la garganta.

Al hombre invierno todo le sabe a derrota pero vuela alto al ponerse el sol. El hombre invierno odia el verano y le gusta que salga vaho de su boca. Los días de tormenta calienta café y se lo toma solo. Sin una pizca de leche. Sin una pizca de azúcar. A veces creé oír un ruido fuera, en la noche cerrada. Ronnye empieza a ladrar. “Buen chico” le susurra. Se acerca a la ventana y frota el vidrio con la manga de su jersey de lana para quitar el vaho y poder ver si son los faros del coche de Ella. Fuera sigue lloviendo. Será un pequeño zorro, piensa para sí. Luego coge un libro de la estantería también fabricada con sus manos, acaricia a Ronnye y se va a otro lugar aunque su cuerpo siga sentado en la silla de madera. Le gustan los libros de aventuras. Al hombre invierno le hubiese gustado viajar pero siempre ha vivido en su pequeña cabaña. Sueña con los fiordos noruegos o los volcanes de Rekiavik. 

Cuando está de buen humor el hombre invierno canta bajo la ducha algún viejo tema de jazz. Sale del baño con el pelo mojado, se sirve un coñac y se dispone a recortarse la barba. El hombre invierno es presa del insomnio las noches de  luna llena. Se levanta a media noche y se sienta a la mesa de madera hecha por él mismo. Ronnye duerme plácidamente. Saca un viejo bloc con gruesas hojas y dibuja lo primero que le viene a la mente. A veces el cuerpo de Ella desnudo sobre la alfombra. A veces un barquito que zozobra en mitad del océano. A veces una pequeña cabaña perdida en un bosque cerca de un río. Guarda el bloc y se va a la cama. “La luna está tan bonita allá en el cielo. Qué noche del demonio”
Cuando el hombre invierno está triste y se siente solo agarra fuerte su guitarra con sus dos robustas manos y toca algún tema de Bob Dylan. Eso le cura un poco las heridas. Ronnye lo escucha con esa plenitud del que sólo tiene ahora. Las notas salen de su cabaña y van a perderse al bosque donde nadie las oye porque no hay nadie a 7 kilómetros a la redonda.  Nadie excepto los viejos álamos, los vencejos  o algún zorro.

Si conocieras al hombre invierno pensarías como yo: que todo le cabe en una pequeña maleta. Que el coñac nunca es suficiente. Que le gustaría verla desnuda. Que nunca tiene frío. Que te conoce de toda la vida aunque nunca te haya visto. Que llega cuando menos te lo esperas.

Si conocieras al hombre invierno estoy segura de que querrías que te invitase a un coñac en su cabaña.

No hay comentarios: