jueves, 13 de febrero de 2020

MERCEDES

"A la memoria de Mercedes, una mujer de una gran calidad humana, con la que compartí momentos que quedarán indelebles en mí”


NUNCA SE SABE

Una vez Ella y yo nos fuimos de vacaciones. Ella podría haber sido mi madre. Peinaba canas y tenía los labios tan finos que parecían una línea en el mar. Se los pintaba rojo pasión. Se pintaba los labios. Yo solo me pintaba los ojos. Supongo que nos complementábamos. No la conocía mucho pero las dos queríamos viajar y éramos vecinas. Nos cruzábamos en la escalera y siempre charlábamos un buen rato de cosas intrascendentales. Ocultaba algo tras sus ojos tristes. Siempre me pareció una mujer interesante. La gente solitaria me lo parece. Así que me decidí a irme de vacaciones con una completa desconocida. Las dos queríamos un lugar con mar y que el sol calentase nuestros huesos y tostase nuestra piel. Vivíamos en un pueblo de sierra donde siempre hacía frío, hasta en verano y donde solo había montañas. Queríamos alejarnos de cualquier cosa que se pareciera a lo que teníamos delante de nuestras narices cada uno de nuestros solitarios días. Nos decidimos por San José. Estaba muy cerca pero eso nos daba igual. Las dos andábamos escasas de pasta y nos parecía un sitio idílico. Ella tenía allí una amiga con una casa pequeña que alquilaba en los meses estivales y nos hizo un buen precio. Cuando me recogió me dijo: -¿Nos mudamos a las Bahamas? ¿Para qué tanto equipaje? y sonrió. Yo nunca supe hacer una maleta con lo indispensable. Todo me parecía importante para nuestra aventura. Ella llevaba solo una maleta azul claro pequeña y un neceser. Cuando se sentó al volante y encendió uno de sus cigarrillos negros me pareció que éramos una versión de Thelma y Louise a lo spanish. Me gustó esa sensación. Durante el viaje paramos a echar gasolina y cuando se montó al coche dijo: - Esto es súper importante. Y sacó de su bolso una barra de labios rojo pasión y se los pintó en el espejo retrovisor. - Nunca se sabe - aseveró poniendo el motor en marcha. Se le notaba que le gustaba conducir. Adelantamos varios camiones sin titubear. Su coche se deslizaba con suavidad sobre el asfalto y yo me preguntaba de qué pasta estaría hecha una mujer así.

 
Llegamos entrada ya la tarde y nos fuimos a dar un paseo por la playa sin deshacer el equipaje siquiera. Hacía una temperatura muy agradable y no queríamos perdernos la puesta de sol. Mientras desaparecían tímidamente los últimos rayos de sol Ella me dijo:-Jo. Hacía mucho que necesitaba esto. Yo asentí y pensé: "Qué sola ha debido sentirse día tras día en ese piso. ¿Por qué no habría descubierto yo antes la mujer que habitaba detrás de esos ojos tristes?


La primera noche la pasamos bebiendo cerveza y charlando. Yo ponía música y ella me decía: - ¡Pero si te gusta la música de mi época! y se echaba a reír a carcajadas. La tercera noche me pareció que sus ojos estaban menos tristes. Nos confesamos todo lo que nos quemaba por dentro sentadas a la mesa de aquella cocina. Las dos habíamos perdido al amor de nuestra vida. En aquella mala racha las dos dormíamos con somníferos y a veces ni dormíamos. Nos enseñamos las fotos de aquella época pasada. Las guardábamos celosamente en nuestra cartera y a las dos se nos encogía el corazón al mirarlas. Todo eso estaba ahora lejos de aquel mar que se escuchaba desde la casa pero había dejado huella. -Fumamos demasiado- le dije yo prendiendo un cigarro. - Estamos de vacaciones. A la vuelta nos quitamos. La última noche me atreví a decirle algo: - Me hubiera gustado que hubieras sido mi madre, Mercedes. Y a Ella le resbaló una furtiva lágrima por la mejilla. No dijo nada.

 

Cuando recogimos las cosas para irnos Ella volvía a tener los ojos tristes. Me pregunté a qué lugar hostil volvería. Yo pensé ingenuamente que todo iba a cambiar. Que se acabarían los días y las noches solitarias para las dos. Que nunca más volveríamos a ver fotos antiguas con la desazón de lo que has perdido y nunca más volverá. Que la soledad se evaporaría. Que las olas del mar de San José se llevarían todo lo que nos dolía. Que la esperanza sembraría nuestro futuro y que lo mejor estaba por llegar. Dios tenía otros planes. Como casi siempre que crees que todo está resuelto por fin. Dios tenía otros malditos planes. El universo me cambió todas mis putas respuestas.

Ahora, cuando veo el piso de Mercedes cerrado y nadie sale de él se me hace un nudo en la garganta. Dios me cambió todos los planes. Ahora ya es tarde para lamentos. Ahora Ella no está y no puedo dejar de recordarla pintándose los labios de rojo pasión en el retrovisor y diciéndome:

- Nunca se sabe. 

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