Dedicado a Valenlao ;-)
La mujer toca
con los nudillos de una mano a la puerta de una habitación de hotel. Con la
otra sujeta un maletín de cuero negro. Tendrá unos cuarenta y tantos años pero el
maletín le hace aparentar unos cuantos más. Va vestida con traje negro de
chaqueta y falda. Zapatos, negros también, de salón. Lleva el pelo muy liso, en melena,
de peluquería, con unas mechas rubias
que tapan su color natural, negro azabache. Espera un tiempo prudencial antes
de volver a tocar. Nadie abre la puerta. Vuelve a tocar, esta vez un poco más
fuerte. Se toca el pelo nerviosamente. El sonido de una guitarra llega
amortiguado a través de la puerta. Cuando se dispone a volver a tocar se
detiene el sonido de la guitarra. Los segundos se le hacen eternos y aguanta la
respiración. Por fin la puerta se abre. Al otro lado del umbral aparece un
chico joven de unos veintitrés años. Lleva camiseta negra ceñida de manga
larga, vaqueros rotos también ajustados y el pelo lo tiene revuelto, como si se
acabara de levantar o si no se hubiera peinado cuando se levantó. Está increíblemente
delgado. Tiene en su cara una sonrisa que le ocupa toda la cara. Le llama mucho
la atención que vaya descalzo sin calcetines en pleno invierno. Menos mal que
el hotel tiene moqueta. La hace pasar sin reducir un milímetro la sonrisa de su
cara. Tiene una expresión en la cara que transmite confianza y paz. Eso la
reconforta.
La habitación
de hotel le parece demasiado austera para ser un hotel de cuatro estrellas. Se
esperaba más lujo. Para empezar le parece pequeña. Ella no ha estado en muchos
hoteles de cuatro estrellas y no se lo imaginaba así. Se ha vestido para la
ocasión. Es una gran oportunidad. No puede fallar, lleva diciéndose semanas. El
chico sólo tiene una manía. Sólo concede entrevistas en su habitación de hotel
y con un solo periodista. Nada de multitudinarias ruedas de prensa en suntuosos
salones, con mil cámaras. Nada de fotos. Algo íntimo. Ella siente curiosidad
por esta manía y le gustaría preguntarle porqué pero desiste de la idea. No
quiere parecer entrometida ni meter la pata en su gran oportunidad. La suite
del hotel consta de dos habitaciones, el dormitorio y un pequeño salón con un sofá y dos sillones
blancos, una mesa baja de madera y un jarrón con bambú, que ella piensa que es
artificial pero se equivoca. Toda la decoración es minimalista. Es decir,
existe una ausencia de decoración superflua. Hay una guitarra acústica en uno
de los sillones. Está muy bien cuidada, como recién comprada. El chico se mueve
grácilmente por la habitación. Le pregunta que desea tomar y abre el minibar.
Él se sirve un tercio de cerveza. Ella le dice que con agua será suficiente. Él
sonríe y le responde: -Como quieras pero aquí hay un whisky muy bueno. Él se
sienta en uno de los sillones. En el otro está la guitarra. Ella se sienta en
el sofá y saca del maletín una grabadora y un cuaderno de notas. Se
pregunta cuánto tiempo puede estar presente una sonrisa en la cara de una
persona. Seguramente él tenga el record.
Lleva
unas semanas nerviosa pero ahora, de repente, delante de él se siente
tranquila. La habitación despide un halo de paz que no acierta a saber si es por
la decoración minimalista, por ser un hotel de cuatro estrellas o por la otra persona que lo ocupa. Una persona
importante. Una estrella del rock. La que más brilla ahora mismo. La que todo
el mundo quiere ver en concierto. La que todo el mundo escucha en sus coches,
en las oficinas, por la calle en reproductores mp3, en la radio, en los pubs de
moda o en el Zara. A pesar de su corta edad este chico ha llegado a lo más
alto, con una guitarra como medio y una mente prodigiosa para la música. Ella
se da cuenta que el chico tiene un don especial que se nota sólo con su
presencia.
-¿Empezamos?-
pregunta la mujer
-Cuando
quieras- responde el chico.
Ella presiona
el botón rec de la grabadora y pone el cuaderno sobre la mesa.
-¿Qué es lo
que más ansias?
-La paz- dice
el chico sin titubear
-¿Te refieres
a la paz en el mundo?- indaga ella.
-Me refiero a
la paz interior, la paz con uno mismo.
-¿Con qué
sueñas?- pregunta de nuevo la mujer atusándose el pelo
-Nunca sueño
dormido- reconoce el chico después de darle un largo trago a la cerveza.
-¿Qué es lo
que no soportas del verano?
-Las moscas-
dice con una sonrisa
-¿Y del
invierno?
-El aire
caliente de las bombas de calor- dice mientras se toca un pie y ella piensa que
esa es la razón de que haga tanto frío en la habitación.
-¿Qué es lo
que te motiva a levantarte por las mañanas?
-La curiosidad
de qué va a pasar.
-¿Qué es lo
que más te molesta de una persona?- pregunta la mujer mirando fijamente el
botellín de agua que él le ha servido.
-La
hipocresía.
-¿Y qué es lo
que más te molesta de ti?- ahora la mujer despega la etiqueta del agua con
parsimonia.
-Ser
transparente.
-¿Quieres
decir que nadie se fija en tu presencia?- manifiesta ella sorprendida.
-No, quiero
decir que todos saben cómo me siento con sólo mirarme a la cara.
-¿Te sientes
solo?
-A veces me
siento solo rodeado de gente. Otras veces estoy en completa soledad y no me
siento solo.
-¿Echas en
falta a alguien en tu vida?- inquiere ella un poco ruborizada
-Si- y se hace
un silencio entre los dos.
-¿Quién es esa
persona?- vuelve a indagar y sigue
despegando, ahora con más ímpetu, la etiqueta del botellín de agua.
-Esa persona
no existe más que en mi imaginación- suspira él melancólicamente.
-Sin embargo,
la echas de menos…- incide ella en el tema.
-Sí, mucho- confiesa
lacónicamente.
-¿Qué valoras
por encima de todo?- sondea ella, con la
etiqueta ya despegada entre las manos y jugueteando con ella.
-El amor
-Me refiero en
otra persona- aclara ella
-Un buen
corazón, es lo mismo- puntualiza él. Entonces ella abandona la etiqueta en la
mesa, coge el cuaderno y apunta algo que él desconoce y por lo que siente una
gran curiosidad.
-¿Qué tienes
en la cúspide de tus prioridades?
-El amor- reitera
él.
-¿A otra
persona?
-A todos los
que me rodean.
-¿Crees que el
amor es lo más importante?- concluye ella.
-Sin duda
alguna.
-¿Por qué?
-Porque hace
de éste un mundo mejor.
-¿Qué te
asusta?
-La maldad
-¿Qué te
atrae?
-El peligro.
-¿Te gusta el
peligro?- pregunta sorprendida
-Sin rebasar
la línea- puntualiza él
-¿Hay una
línea?-
-Sí,
imaginaria, pero sí.
-Para
terminar, ¿por qué merece la pena cometer locuras?
-Por amor
-¿Fraternal o
pasional?
-En este caso
pasional- dice él con una gran sonrisa.
Ella para la
grabadora y la guarda junto con el cuaderno, en su maletín. Se despiden cortésmente,
como si no hubiera pasado nada. Como si ahora ella y, cuando se publique el
artículo, medio mundo, no supiese cosas tan personales suyas. Él se siente como
si hubiera entrado un rayo de luz a
través de una cámara oscura y hubiese dejado su huella en un papel
fotosensible, como en una cámara estenopeica casera.