Hola Javier: Te escribo desde el aeropuerto, camino de Senegal (al final conseguí la Beca del Ministerio) y dejo muchas cosas atrás. Algunas las he dejado cerradas, otras están esperando mi regreso, como el equipo del hospital, y otras, se quedaron en el aire. Ya sé que fuiste tú el que me dejó hace tres meses, y quizás me esté costando olvidarte.
Pero es este alejamiento el que me da la fuerza para decirte las cosas que no te dije en su momento, y es que no le temo ya a nada. Por eso te puedo decir con auténtica franqueza que te desprecio.
Si, te desprecio por negarme los cafés de por la mañana en nuestra cama, por quitarme el roce de tus manos al apartar un mechón de mi cara, por cerrarme tus ojos y no poder ver ya nada sin ellos, por robarme besos en el pasillo del hospital, por alejarme de tu cara, por dejarme vacía si no estás dentro de mi. Te desprecio por hacerme llorar, por el frío durante estos tres meses, por la mudez de mis labios secos, por la cojera de mi corazón, por la soledad en las sábanas, por la angustia en los pasillos, por la pena de cuatro años y este final. Te desprecio porque Madrid ya no es igual, por mis amigos que eran todos tuyos, porque la pasta al pesto me sabe rancia, porque las butacas del cine son incómodas sin tu hombro al lado. Te desprecio por los hijos que no hubo, por las vacaciones que nos faltan, por no tener una hipoteca conjunta, porque me vas a faltar el resto de mi vida.
Me voy, están avisando mi vuelo, no sé si me dejo algo más, pero creo que es suficiente para decirte como me siento. No espero saber nada de tí, como tú ya no sabrás nada más de mi. Sólo quería decirte que todo lo que te desprecio es por todo lo que te amé.
Simplemente,
Ana
Nota: Carta finalista del II Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor (2003)
1 comentario:
fenomenal!
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