lunes, 21 de enero de 2008

UN DIA EN UNA GRAN SUPERFICIE

UN DIA EN UNA GRAN SUPERFICIE

No se de que color son los días cuando se pasan dentro de una gran superficie rodeado de mercancías y compraventa. Sólo sé que a mí me entran ganas de comprarlo todo cuando estoy dentro, ellos tienen tantas cosas y mi casa está vacía en comparación con todas los artículos que exhiben sus estanterías. Me entran ganas de salir corriendo porque me siento muy desorientada y me cuesta encontrar la salida. Supongo que ese es el motivo de que sean grandes superficies. Desorientarnos tanto que no podemos hacer otra cosa que entretenernos con sus cientos de lámparas aunque uno tenga suficiente luz en casa.
Creo que la estupidez humana está llegando a límites insospechados, quizás se han cumplido las peores profecías y uno de aquellos jinetes del Apocalipsis sea una gran superficie repleta de artículos de todas las calañas. Los inservibles son sin duda los que más triunfan en aquel caótico mundo. Hemos llegado ya a ser una sociedad palmípeda que sólo dice cua cua cuando se acercan los dependientes. Hablamos por códigos de barras y escuchar algo inteligente es harto difícil allá dentro.
Veo a familias enteras que cogen su carro, con el niño dentro enseñándole cómo ser de mayor, y se pasan el fin de semana allí dentro dilucidando cuál es la mejor lámpara para el cuarto de los niños, y me embarga una mezcla de tristeza y desesperanza Los niños lo quieren todo y lloran desconsolados porque, como me pasa a mí, en comparación con todo lo que se exhibe, ellos no tienen nada. Veo la estupidez humana instalada en la tierra con forma de supermercado fuera de escala.
La ansiedad es el deseo frustrado de no tener lo que se desea y allí es imposible no desearlo todo. La elección de los productos es un arduo ejercicio de razonamiento, la lógica aristotélica allí es difícil de usar. Entre tanto cachivache de todos los colores y formas uno olvida qué entró a comprar porque resulta que casi todo está de oferta y no se pueden dejar escapar de nuestros ojos esos carteles enormes que nos hipnotizan.
Para cuando uno encuentra lo que iba buscando el carro ya está lleno y cómo demonios te las apañas para dejar cada producto en su sitio si no recuerdas como has llegado hasta allí, y para entonces te duele tanto la cabeza que prefieres pagar antes que seguir un minuto más dentro, aguantando los villancicos de navidad.
Lo peor es cuando llegas a casa, se te han olvidado las tarjetas que necesitabas y no te atreves a volver a pisar la tierra de Satán por si no puedes volver a salir del infierno.
Estoy convencida de que alguien estudia el comportamiento humano allí dentro, debe ser un estudio posmoderno. Su título seguro es: Cómo desorientar a los clientes de una gran superficie. Debe ser un estudio muy serio y exhaustivo .Es indudable que ese estudio nunca saldrá a la luz, como la milagrosa receta de la coca- cola. Y es seguro que se esconde muy bien ese estudio y a nadie le interesa, claro, que todos nos enteremos de sus nefastas consecuencias en nuestra ya de por sí muy atolondrada cabeza. Pagarán una fortuna por el silencio de sus investigadores.
Los palmípedos no son conscientes del engaño porque todo el mundo sabe que los palmípedos sólo saben decir cua cua

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