lunes, 7 de enero de 2008

DE COMO A UNO SE LE MUERE EL ALMA

A Lorenzo, él sabe porqué

1.LOS PECADOS DE LAS ALMAS.
1.La indecisión.
2.El miedo.
3.La renuncia.
4.La confusión.
5.La evasión.
6. La reflexión.
7. La ignorancia.
2.LA ABSOLUCIÓN.


1.LOS PECADOS DE LAS ALMAS.
1.La indecisión.
Todo comienza desde que uno es pequeño. Tan pequeño como una semilla. Y va creciendo en un medio acuoso como un pececillo indefenso que depende de otro ser para vivir. Uno aún no tiene nombre pero ya empieza a ser diferente.
Basilio ya era diferente mucho antes de nacer. Luego, con el paso del tiempo fue pequeño, cada vez más pequeño.
El pequeño Basilio se pone delante de la vitrina de los dulces y le asalta la emoción y la duda. Corre con sus piececillos paseando, de acá para allá, su mirada entre las vitrinas que exhiben toda la variedad de exquisiteces al paladar. Basilito se siente confuso e indeciso ante todas esas posibilidades de sabores y colores. Él adora las infinitas posibilidades que le ofrece la vida, tanto las adora que se azora en la elección de una porque pierde otra y él no quiere perderse ninguna. Basilito trata de ponerse de puntillas sobre sus pequeñas zapatillas nuevas, para poder alcanzar a ver esos dulces que están tan altos. Pero su papá empieza a impacientarse y a mirar el reloj.
-Basilito, cariño, tienes que elegir sólo uno.
Basilito lo mira desde abajo con gran congoja y se le comienza a formar un nudo en la garganta. El primero de los nudos de una cuerda muy larga.
-Mamá nos espera y se va a enfadar si tardamos mucho.
Basilio tiene un recuerdo agridulce de sus primeras sensaciones de indecisión.
-Pero papá...
-Señora, deme ese mismo, este niño desespera a cualquiera.
Basilito cogió el pastel casi con desgana. Miraba a su papá enfadado, sin entender.
Durante el camino de vuelta no hablaron y Basilito lo miraba desde abajo, de cuando en cuando, con su carita triste. Pero su papá apretaba el paso y la mano diminuta de su hijo, con la mirada al frente y ensimismado en sus pensamientos. No acertó a regalarle una sonrisa de comprensión, que tanto ansiaba su pequeño corazoncito. El pastel no le supo dulce sino con un extraño sabor amargo, con lo que a Basilio nunca le quedaría claro la distinción entre ambos sabores. La distinción entre el sabor dulce y el amargo sería ya siempre para él un conflicto interno, una extraña cábala que nunca ya podría descifrar.
A medianoche Basilio vomitó todo el pastel sobre la colcha de su cama. Nadie le regañó, pero las miradas sumisas de sus padres, cambiándole tácitamente el pijama, le crearon su primera sensación de culpa, por la que Basilio tuvo un sueño espeso esa noche.
2.El miedo.
La primera vez que Basilio sintió miedo le pilló corriendo. Huía de unos niños de su clase que le querían pegar. Cosas de niños, dicen los mayores. Pero Basilio sintió el miedo de verdad cuando escuchaba los gritos furiosos tras sus pasos. Corría como podía con su cuerpo rollizo, jadeando y parándose cuando le faltaba la respiración. Colocándose sus gafitas empañadas y emprendiendo de nuevo la huida entre jadeos entrecortados. Sabía que si le cogían le harían daño, no era la primera vez. Eran muchos y él estaba solo. No cabía la defensa, sólo la huida. Escuchaba sus gritos y sus risas, su diversión insultándole, llamándole gordinflón. Sentía el regocijo que les embargaba considerándose superiores a él, percibiendo el poder que tenían sus insultos y sus puños contra el ser indefenso y acobardado de Basilio. A veces escapaba y llegaba a casa con la angustia pintada en la cara. Y fue aprendiendo cómo se hace para disimular el terror, para que su familia no se diera cuenta de que era débil y vulnerable y necesitaba su protección.
-No me pasa nada, mamá.
-Hijo, ¿porqué no comes?
-No tengo hambre.
Y era cierto. Basilio disfrutaba comiendo, como uno más de los placeres que le brindaba la vida. Dejó de disfrutarlo cuando empezó a ser motivo de persecuciones. Ésta fue la primera renuncia de Basilio. La comida. Empezó a no gustarse a sí mismo, puesto que no gustaba a sus perseguidores.
Las cosas comienzan a torcerse de una forma inocente, casi infantil, sin darse uno cuenta.
Años más tarde Basilio caería en una bulimia de la que casi le costó la vida salir.
3.La renuncia.
De una forma un tanto dolorosa Basilio comenzó renunciando a cosas sencillas y terminó renunciando a él mismo.
Se sentía cayendo en un pozo ciego y hondo dónde no había salida. Basilio empezó con algunas mentiras inofensivas y terminó no distinguiendo la mentira de la verdad. Como tampoco distinguía lo dulce de lo salado. Pensaba que todo era un juego pero se equivocaba. Ya no podía decir lo que pensaba porque notaba en las pupilas ajenas un cierto desdén. Y empezó a decir lo que no pensaba porque era mucho más sencillo para sobrevivir. Así empezó el principio del fin de Basilio.
Basilio sintió que su mundo se rompía cuando empezó una larga lista de renuncias. No le gustaba mirarse al espejo porque éste le devolvía el reflejo de alguien a quién no amaba. Un desconocido. El desconocido hizo lo que veía que hacían los demás aunque él no experimentaba lo mismo que ellos. Para poder sentir el abrazo de sus amigos empezó a imitarlos. El desconocido se apropió de la vida de Basilio y lo sustituyó.
Pero por la noche, en la cama, cuando se iba a dormir, la verdad le subía como la leche agria a la boca. Pero la verdad era difícil de tragar, para Basilio y para todos los que amaban a Basilio.
El desconocido abrazaba y besaba cuantas mujeres se cruzaba porque sus amigos lo hacían, y con ello podía sentir la amistad y compartirla. Porque Basilio no puede vivir sin compartir todos esos sentimientos tan profundos que siente y esa necesidad vital de amar. Basilio y sus amigos pasaban las tardes relatando sus aventuras, bromeando y fumándose unos cigarrillos a escondidas.
Pero luego, por la noche, (cuando el desconocido se esfumaba) a solas con él mismo, no podía engañarse. Al espejo nadie puede mentirle. Y permaneció allí oculto, tras el espejo del baño, renunciando a su yo interior para ser aceptado y amado, haciéndose el sordo cuando esa voz gritaba desgarrándole por dentro. Manteniéndose firme cuando acechaba la duda, sintiéndose mezquino por no ser como los demás.
Porque Basilio desde antes de nacer ya era diferente.
4.La confusión.
-Me equivoqué, mamá.
Basilio odiaba pronunciar esa frase, pero incongruentemente la repetía a menudo. Al principio fue con las cuentas de los deberes del colegio, más tarde con la elección de sus estudios, después con el fracaso en la universidad, luego con las chicas, hasta llegar a sus problemas con las drogas. Basilio entraba y salía de un infierno a otro como quién entra y sale de una habitación recorriendo la casa del terror. Nadie se explica cómo sobrevivió Basilio a tanta pérdida y calamidad, a tanta angustia. Ni tan siquiera el propio Basilio. Cómo hace él para contarte que se le juntó el cielo con la tierra y en medio estaba él, aplastado entre uno y otro, no como un mortal habitante de este planeta, sino como una hoja aprisionada entre las páginas de un libro, el de su vida. Cómo se puede expresar que se siente uno tan plano, delgado, débil y herido como una hoja de un árbol cuando desciende de sus ramas y va a perderse en el hosco mundo del suelo. Cómo se puede vivir en ese mar de dudas envolventes y violentas como las olas estrellándose contra las rocas. Cómo se puede llegar a ser mar y rocas a la vez. Quién lo podría entender si Basilio se lo contara. Se sintió el dios de la ignorancia, el dios de la confusión de los sentidos, el del ofuscamiento. Un dios en una deriva permanente.
Pero seguía buscando porque no le bastaba la respuesta fácil, la que le suele bastar a todo el mundo con él no funcionaba. No le bastaba para engañarse esa vana respuesta. Porque Basilio siempre tenía una pregunta para esa otra respuesta. Basilio no sabía si esa deriva tenía destino o finalidad, sólo se podía dejar arrastrar sin oponer resistencia. No podía explicarse porqué a él le ocurría y no a los demás. Porqué para él era más difícil. No podía ni intuir que él pertenecía a esa rara especie de peces que se mueren en agua fría porque sus colores son tan lindos que no aguantan el agua fría y se mueren.
Constantemente estaba debatiéndose en una lucha interna, entre lo que “soy” y lo que “debería ser”, entre lo que realmente quiero hacer y lo que inevitablemente tendré que acatar, porque la vida no me dejará otra opción. Una constante y enloquecedora guerra consigo mismo. Discutiendo si “sí” o si “no”, si “pastel de fresa” o “bombones de chocolate”, si se lo digo o no se lo digo, si me levanto o me quedo dentro del ataúd, si compro esas preciosas margaritas o me tiro por un puente, si lo beso o mejor me escapo a Laponia a ver el sol de medianoche, si mañana mismo le escribo y le digo lo que siento o bombardeo su casa con balas de fogueo. Si empiezo una nueva vida o acabo de una vez para siempre con esta tragedia.
Nadie sabía nunca si Basilio al segundo siguiente iba a derramar una lágrima o a romper en carcajadas.
5.La evasión.
Basilio empezó a ocultarse de los demás porque era la única forma de librarse de la compañía del insidioso desconocido. Y empezó a sentirse más cómodo en compañía de la soledad. Comenzó a desarrollar sus aficiones escondido de la incomprensión, ocultando su ser interior de la intolerancia ajena.
Le gustaba mucho pintar. Sobretodo le gustaba dibujar rostros con distintas expresiones; pintaba la felicidad o la melancolía por medio de personajes imaginarios, esbozaba a carboncillo la nostalgia o la timidez con enternecedoras facciones. Reunía una serie de retratos de los estados de ánimo, que a Basilio le costaba tanto descifrar en sí mismo. Se levantaba rodeado de pinceles y botes de pintura, y con trazos enérgicos creaba un rostro embaucado por la nostalgia de un ser querido. Precisamente la misma nostalgia que experimentaba él de poder amar a otro ser.
Su cuarto se había convertido en un mausoleo, en el que cada día colgaba de sus paredes lienzos con la misma sensación que le embargaba, así aprendió a distinguir sus sentimientos y a tratar de comprenderlos. Lo aprendió solo. No tuvo otra opción. Añoró que lo más importante en la vida de una persona no se enseñase en los colegios ni en las universidades. “Los estados anímicos” seguro hubiera sido su asignatura predilecta.
Se libró del desconocido un día cualquiera, casi por casualidad.
6. La reflexión.
El alma, no se sabe muy bien porqué, un día se levanta y se pregunta quién es.
Basilio no sabe exactamente cuándo fue. No se acuerda cuándo, pero un día se hizo la pregunta del millón. La pregunta que todos tememos. La pregunta que muchos mueren sin hacérsela.
No se sabe porqué, pero Basilio un día se atrevió, y se la preguntó.
7. La ignorancia.
Todos saben que ignorar proviene de añorar, y Basilio sentía nostalgia de un ser querido al que nunca había conocido. No sólo se siente nostalgia de los seres que hemos perdido o que están lejos de nosotros, también puede uno amar a quién no tiene ni conoce, y echarlo de menos, aunque no esté en una ciudad lejana ni muerto. Este amor quizás sea el más puro de todos porque nada espera y todo lo entrega. Amar a quién nos corresponde es asunto de hombres de la Tierra y yo pienso que Basilio no es de esta tierra. Estoy totalmente convencida. Es algo a lo que le doy vueltas hace ya tiempo. Tenemos suerte de que haya venido a visitarnos por un error de no sé qué cálculos ni de quién. Pero yo creo que él no es de aquí. Los de aquí no le entienden a Basilio. Y es normal. Ahora lo entiendo. Basilio no es de aquí.
Aunque ignora dónde está este ser que tanto añora, Basilio le cuida mucho. Yo creo que lo tiene muy mimado. Le escribe bellas poesías que salen de sus adentros, le dedica sus pensamientos cuando escucha sus canciones favoritas. Creo que hasta una vez le hizo su postre favorito (me dijo que era la tarta de arándanos con frambuesas, pero yo creo que se lo inventó, porque si nunca lo ha visto ni lo conoce ¿cómo puede saber cuál es su postre favorito?) Al final la tarta se la comió Basilio, porque yo creo que es su tarta favorita, y además quién iba a venir a comérsela si Lorenzo no existe. A veces me preocupa Basilio, supongo que porque yo también soy de aquí. Ya sabe hasta cómo se llama y habla de él con tanta naturalidad que se me antoja, a veces, que va a llamar a la puerta de un momento a otro.
Yo creo que Basilio tiene un exceso de imaginación pero andamos tan escasos de ella en esta tierra que disfruto de todas sus excentricidades con una pasión loca que él me contagia. Basilio me contagia su pasión por la vida. En un mundo tan gris y lleno de tanta gente infeliz Basilio es una bendición para mí.
Tiene su habitación llena de objetos extraños que no sé para qué sirven pero que son preciosos. Nunca le pregunto para qué sirven porque ese tipo de preguntas invalidan su respuesta. A veces se me olvida que no es de aquí.
Basilio siempre dice que soy pequeña y por eso no entiendo muchas cosas de las que él hace. Dice que cuando crezca lo entenderé. Lo estoy deseando.
Me pregunto en qué piensa Basilio cuando se queda horas mirando a un punto lejano del infinito con la mirada perdida. Da igual que le hable o le grite, incluso una vez le pellizqué. Nada. Está como muerto en vida. Ido. Dormido. Siempre que le ocurre no me doy cuenta hasta el rato, cuando ya es demasiado tarde. Y cuando me canso de mirarlo me voy. Me voy muy triste siempre que me alejo de Basilio. Parece que nunca más voy a verlo. Me da la sensación de que cualquier día desaparece. Si conocieras a Basilio tú también lo sentirías.
A mí me gustaría algún día desarrollar la sensibilidad de Basilio para entender el mundo. A mí siempre me comprende por muy complicado que sea lo que le cuente. Si cuando vuelva no se ha ido le voy a preguntar cómo se consigue.
2.LA ABSOLUCIÓN.
Hoy he ido con Basilio a su pastelería favorita, la que hace esquina con la floristería. Me ha hecho mucha gracia verlo sumido entre dudas, recorriendo las vitrinas de un lado a otro como un poseso. No puede evitarlo. Cuando me ha mirado con esa mirada suya tan profunda y llena de culpabilidad no he podido más que sonreírle, y le he dicho que tenemos todo el tiempo del mundo para elegir entre todas las posibilidades que nos ofrece la vida. Que nadie nos apremia. Él ha respirado aliviado y se ha vuelto a sus vitrinas. Yo lo he mirado ensimismada, mientras vuelve loca a la tendera.

1 comentario:

abe dijo...

Este me ha gustado bastante